miércoles, 28 de diciembre de 2011

Cirlot revisitado

La editorial Siruela, con el primor que la caracteriza, ha publicado el libro Juan Eduardo Cirlot. La habitación imaginaria. Lujosamente ilustrado, y lleno de textos del poeta, la edición ha estado a cargo de un especialista de Cirlot, Enrique Granell, que presenta el libro y cada uno de sus apartados, de modo siempre serio y certero. Este volumen acompaña una exposición que tiene lugar en Barcelona hasta el 15 de enero de 2012.
Se divide el libro en tres capítulos: “La habitación imaginaria”, “Geografías imaginarias” y “Mujeres imaginarias”. En el primero tienen espacio las célebres espadas cirlotianas, los sueños y las ferias y atracciones que tanto le gustaban.
La geografía imaginaria la componen Egipto, Cartago, Roma, África (de curiosas conexiones arquitectónicas con el arte de Gaudí) y Carcassonne en tanto capital cátara.


Siete, como las espadas, son las siete mujeres imaginarias de Cirlot. La primera es Natalia Mirskaya, bailarina que vio en Barcelona allá por los principios de los años 40. La segunda es Izé Kranile, nombre-detonante que le dio Carlos Edmundo de Ory, tomado de una novela de Jean Lorrain. La tercera es Susan Lenox, personaje encarnado en 1931 por Greta Garbo y que le inspiró un gran poema mítico. Sigue Lilith, protagonista de un poema de 1949 cuya segunda edición, con grabados de Tapies y Cuixart, fue dedicada a André Breton, a quien acababa de conocer. En quinto lugar está “la dama de Vallcarca”, de cuyo poema escrito en 1956 dijo Cirlot que era “lo mejor que un español ha escrito en ortodoxo surrealismo”. Como estamos en el auge de su relación con los surrealistas, no extraña que se inserte aquí su respuesta a la encuesta bretoniana del arte mágico. Breton le enviará el ejemplar de L’art magique con esta dedicatoria: “À mon très cher ami Juan Eduardo Cirlot «les sept épées hors du fourreau»”. En el n. 1 de Le Surréalisme, même se acababa de publicar la “Carta de Barcelona”, con la foto de Cirlot y sus siete espadas, lo que hizo a Breton pensar en el poema así titulado de Apollinaire. Pero hay más: al año siguiente, al prepararse la exposición de Toyen con su serie de estiradas figuras femeninas, Georges Goldfayn sugiere titular así la serie de su amiga, que era además una entusiasta de Apollinaire.
En el sexto lugar de esta galería femenina, tenemos, génesis de su poesía permutatoria, a Bronwyn, personaje encarnado por la más bien sosa Rosemary Forsyth en la película de 1965 El señor de la guerra (que contaba como protagonista principal con un lamentable Charlton Heston). La poesía permutatoria continúa en la poesía que inspira la actriz Inger Stevens, por su interpretación en el western de Phil Karlson La cabalgata de los malditos. Estamos en 1970, cuando, coincidiendo con la visión por el poeta de esta película tres años anterior, tiene lugar el suicidio de la bella actriz. Escribe Enrique Granell que, entonces, “la poesía, la música, la pintura, la mujer espectral y su muerte, se aparecen juntas, a un tiempo, en la habitación imaginaria del poeta Juan Eduardo Cirlot, protegida por esa reja de espadas llameantes”. Al inicio de este capítulo de mujeres imaginarias también nos decía: “La mayoría de los mitos femeninos de Cirlot nacen en un escenario, en la pantalla de un cine, en los barrios alejados de la ciudad escogidos por su nombre o por quien habitó en ellos, en recuerdos de tabernas ruidosas. Luego crecen y toman cuerpo poético en la habitación imaginaria del poeta, a la luz de una vela que se refleja en las afiladas hojas de sus espadas”.