miércoles, 27 de junio de 2012

Los “Cahiers d’Occitanie” y el surrealismo

En el n. 50 de los masónicos Cahiers d’Occitanie, junio de 2012, encontramos sorprendentemente las reseñas de tres obras que hemos ido abordando en “Surrealismo internacional”: el catálogo de la exposición de Grandville Un autre monde. Un autre temps, el de Georges Sebbag Chassé-croisé Dada-Surréaliste y, del mismo Sebbag, el poderoso ensayo Potence avec paratonnerre. Surréalisme et philosophie.
Nos interesan sobre todo las reseñas dedicadas a los libros de Sebbag, que firma Ariel-Pelléas Serain. La de Surréalisme et philosophie continuará en el n. 51.
Ariel-Pelléas Serain muestra ser no solo un óptimo conocedor de los entresijos del surrealismo, sino haber sido un buen amigo de los surrealistas, sobre quienes aporta interesantes apuntes.
Una de las obras que destaca es esta de Georges Malkine, “Emoción” (1927), “representando una ventana ojival cerrada por una plancha, perfecto ejemplo de una pintura-imagen poética surrealista”. También, “Brujas”, de Kurt Seligmann, “Es mediodía menos 3”, de Claude Tarnaud, “Fiesta”, de Kay Sage. Serain nos cuenta que era en casa de Robert Benayoun, uno de los pocos miembros del grupo surrealista de París que tenían televisión, donde Breton fue a ver la emisión sobre los cátaros de Claude Santelli, y que Benayoun intentó sin éxito que Breton leyera los relatos de Lovecraft, a quien tanto él como Gérard Legrand habían “descubierto” en 1953.
De otro gran surrealista escribe: “Adrien Dax, a quien hemos conocido de 1959 a 1979, fecha de su muerte, fue el surrealista de Tolouse, gran amigo de André Breton y Benjamin Péret. Ingeniero de Genio Rural, tenía un dominio extraordinario del dibujo, y una muy viva inteligencia. Durante su cautiverio en un stalag de Alemania, leía y releía incansablemente las Enéadas de Plotino. Su cultura era inmensa. Solo ahora se comienza a medir la importancia que ha tenido en el Surrealismo”.
De Jean-Claude Silbermann, a quien también conoció bien, nos dice que Radovan Ivsic se admiraba con su apellido: “el hombre de plata”. A la adorable Mimi Parent la llama “mujer de gran saber y de gran refinamiento”, y de Toyen revela haberle siempre emocionado “profundamente” el extraordinario lienzo “En el castillo de Lacoste” (que, permitiéndome una nota personal, a mí me impactó tanto como para originar mi largo relato Cité Toyen).
Por último, Ariel-Pelléas Serain echa en falta, en el capítulo fotográfico, a Roger van Hecke y destaca, en el de “Pleno margen”, a Félix Labisse, “a menudo y erradamente minimizado”, juicio con el que coincidimos. De Labisse se nos apetece ahora recordar su cuadro “Al otro lado del mes de las vendimias o la curiosidad satisfecha” (1980), donde sustituía al apelotonado grupo de hombres de traje negro y sombrero hongo de “El mes de las vendimias” (Magritte, 1959) por estas nueve selenitas:


Al leer esta bella reseña, hemos pensado que su autor bien podría prodigar estos tan ricos y sugestivos comentarios y evocaciones, para deleite de quienes amamos el surrealismo.
La crítica de Potence avec paratonnerre es, evidentemente, de otro carácter, pero igual de interesante, espléndida incluso. A mi juicio, complementa a la que yo hice, ya que el autor se ocupa de aspectos descuidados por mí, y quizás pueda decirse viceversa. Una cuestión de palabras creo que se manifiesta cuando discrepa de la consideración que hace Sebbag al decir que “el surrealismo no es ni irracionalista ni esotérico”. No es irracionalista porque busca las armonías, y como mucho ha insistido en los aspectos “irracionales” por su carácter reprimido en nuestra civilización, y no es esotérico porque algo muy diferente es interesarse por el esoterismo, un interés por cierto que no se advierte en algunos grupos de las últimas décadas, aunque ello se me apetece, desde luego, más una carencia que otra cosa.
En otra página de esta sección de “Notas de lectura” de los Cahiers d’Occitanie, A. Crystallo hace una enumeración de surrealistas que han pertenecido a la masonería: Philippe Soupault, Pierre Mabille, René Alleau, Henri Seigle, Bernard Roger, Guy-René Doumayrou, Roger van Hecke, Élie-Charles Flamand y –¡nombre predestinado!– Marie-Dominique Massoni. Quien tenía un verdadero entusiasmo por las órdenes esotéricas era Ithell Colquhoun, sobre quien hablábamos hace unas pocas semanas. En 1952 entró en la Orden del Templo de Oriente, en 1955 en la Logia de la Nueva Isis, en 1963 fue iniciada como maestra masona y en 1965 se consagró diaconisa de la Antigua Iglesia Céltica. Michel Remy la definiría como “el surrealismo en perpetuo estado de fantasmagia sobre los caminos convulsivos del ocultismo”.