miércoles, 26 de diciembre de 2012

De 2012 a 2013


Pnina Granirer, Sin título, 2012.

Este año, la felicitación de buena travesía de año y un año próximo a la altura de nuestros deseos nos llega de Canadá, con esta imagen de Pnina Granirer.
Desde octubre de 2011 no hemos faltado a la cita semanal que da cuenta de una cierta actualidad del surrealismo, pero el próximo miércoles, por razones técnicas, nos será imposible hacerlo. Volveremos, con los bríos de siempre, el próximo 9 de enero de 2013.

Calvet, Cesariny, Lemos, Vespeira

El fin de año trae una avalancha de publicaciones de la infatigable Fundação Cupertino de Miranda, en Famalicão.

Carlos Calvet, Horizontes inmemoriales, 1999

Tenemos para empezar el catálogo de Carlos Calvet, que pasa a ser el más amplio y notable de los dedicados a este gran pintor, aparte el titulado Carlos Calvet. 60 anos de pintura. Lo publica el Centro de Estudos do Surrealismo, su título es Explorador de horizonte. Carlos Calvet y acompaña una exposición comisariada por António Gonçalves y Perfecto E. Cuadrado. Consta de 140 páginas, con la reproducción a todo color de 112 obras, las cuales dan una buena visión de su trayectoria, ya que van de 1944 a 2012.
En las primeras páginas hay textos, diferentemente datados, de António Gonçalves, Maria João Fernandes (quien se equivoca doblemente al afirmar que el nerorrealismo era un movimiento “de cariz político y revolucionario”, mientras que el surrealismo era “igualmente revolucionario pero en el plano estético”), José Augusto de França, Lima de Freitas, Rui Mário Gonçalves y el propio Carlos Calvet. Los de este son de 1984, 1996, 2005 y 2008, y del tercero entresaco estas palabras: “Hay para mí, en la realización de una pintura, algo comparable a un viaje, un trayecto sui generis que solo voy descubriendo a medida que penetro en él, teniendo como orientación apenas una idea-imagen. Y a lo largo de ese viaje, hay también una batalla que trabar”. Esa batalla es en el fondo, para el pintor, “la búsqueda de una verdad interior, prueba de libertad y de una cierta plenitud”.
He admirado desde hace muchos años la obra de Carlos Calvet. En 1997, residiendo en Oporto, tuve la fortuna de coincidir con una inolvidable exposición suya en la galería Presença, situada frente a los raíles por los que subía y bajaba –ya no– el tranvía de la Boavista. Me impactó tanto aquel puñado de misteriosos y poéticos acrílicos que salí anonadado a respirar los aires de las orillas oceánicas, especialmente violentas, que del Castelo do Queijo llevan a la desembocadura del Duero. Luego hice una reseña para la prensa de Tenerife, hurtándome alguien del periódico el catálogo, que nunca más vi. Pero recuerdo muy bien aquellos cuadros, y por suerte anoté algunos de sus títulos: “Las torres sibilinas”, “Fuerza indomable, noche serena”, “El pescador poeta”, “La fuerza del destino”, “Recuerdo del navío incendiado”, “En el retorno de la noche”... Un año antes, en la galería lisboeta de S. Mamede, Carlos Calvet exponía “El viajero en busca de su viaje”, “El farero filósofo”, “Por entre fraguas”... Y otros títulos que conozco de este ilustrador de la Historia trágico-marítima son “Es día claro en el oscuro océano” y “¡Ah, todo el muelle es una saudade de piedra” (conocida frase de la “Oda marítima” de Fernando Pessoa).
Dan estos títulos una sugerencia de la atmósfera característica de las pinturas visionarias de Carlos Calvet, para quien el propio cuadro es una “nave simbólica”. Pero este catálogo, además, evidencia que esa línea visionaria arranca ya de sus primeros años, como puede apreciarse con “Fin de verano” y “El hombre-barco”, ambos de 1949, y con “La adormecida”, de 1950. Desde fines de los años 40 se interesaba Carlos Calvet por el surrealismo, participando incluso en la exposición “Os surrealistas”, de 1949, y en cadáveres exquisitos de los que se reproducen aquí dos, con Mário Henrique Leiria. En conexión con todas estas obras encontramos en el catálogo actual piezas tan extraordinarias como “El palacio arrogante” (1961), los dos guaches sin nombre de 1976 y 1977, “Horizontes inmemoriales” (1999) y “La nave petrificada” (2009).
Este catálogo reproduce un encantador homenaje a los dibujos del gran Winsor McKay: “Little Nightmare in Nemoland”, de 1971, y al final hay una serie de cinco guaches y técnica mixta sobre papel, no titulados y de rugoso colorido, que muestran cómo, contrariando sus 84 años, Carlos Calvet aún abre caminos de la inspiración.
En la bibliografía, se incluyen sus “Apuntes sobre geometría sagrada”, publicados a lo largo de cinco números de Colóquio-Artes, lo que nos recuerda la dimensión teórica de este lúcido arquitecto que sumó en muchos de sus cuadros dicha geometría mágica al misterio chiriquiano y a la faceta colorista del pop.

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De Mário Cesariny publica la colección Documenta Mário Cesariny. Cartas para a Casa de Pascoaes, y el Centro de Estudos do Surrealismo Les hommages excessives.
Sabido es el fervor de Cesariny por Teixeira de Pascoaes, un gran poeta sin duda, aunque no tiene sentido oponerlo a Fernando Pessoa. Cesariny visitó numerosas veces la casa de Pascoaes junto al bucólico río Tâmega, cerca de la cual pasaba la ya desactivada línea de un precioso tren de vía estrecha, casi de juguete, que yo tomé en pletóricos tiempos tantas veces. Las relaciones de Cesariny con la obra de Pascoaes comenzaron en los años 60, y tanto se empapó de él que al final de su vida hasta se le parecía. En 2002, Assírio & Alvim dio a la luz la antología Poesia de Teixeira de Pascoaes, realizada por Cesariny.
Las cartas a João y Maria Amélia Vasconcelos, en su mayoría breves, son en total 53, y como suele ocurrir el interés oscila de lo mucho a lo lamentable (como cuando le pide a su anfitrión le busque otro cuarto a Cruzeiro Seixas porque ronca mucho, o cuando nos informa de los dolores que le produce un colmillo). Pero ocurre que este volumen de 304 páginas se enriquece enormemente gracias al prólogo y las notas y comentarios de António Cândido Franco, quien ha hecho un trabajo concienzudo, plenamente documentado y certero, en que nos brinda una cantidad de informaciones enorme sobre muchos de los protagonistas de la aventura surrealista portuguesa y también sobre personajes de lo más vario que se han cruzado con ellos, añadiendo además buenos anexos biográfico-bibliográficos. Recordemos que en 2010 había este estudioso de Pascoaes publicado Teixeira de Pascoaes nas palavras do surrealismo em português, donde mostraba ser tan buen conocedor del surrealismo lusitano como del vidente del Marão, esto último ya sabido por sus ediciones en Assírio & Alvim.
En cuanto a Les hommages excessives (Caderno 11 del Centro), reproduce el facsímil de la fotocopia del cuaderno original, compuesto de 11 homenajes, casi todos ilustrados y algunos ya conocidos por su publicación en Primavera autónoma das estradas. Las fechas de escritura son dispares, y los homenajeados André Breton, Victor Brauner, Alexandre O’Neill, Fernando Azevedo, António Pedro, Marcelino Vespeira, João Moniz Pereira, el propio Cesariny, Alfred Jarry, António Domingues y António Dacosta –los dos últimos en homenajes no “a” sino “con”.

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También en la colección Documenta, se reproduce el facsímil de una obra inédita de Fernando Lemos y Marcelino Vespeira: Adélia e Kovaco, datada en 1950. Se trata de una pieza teatral escrita al alimón, por textos automáticos separados, en un café de Lisboa, ocupándose Lemos del personaje de de Kovaco, “un cura seco asexuado y perseguido”, y Vespeira del de Adélia, “una hembra erótica, destemplada”. En la breve nota al texto, Fernando Lemos se refiere a estas “escenas marítimas, aire libre entre lo asustador y lo absurdo”.
No fue esta la única colaboración de ambas figuras del surrealismo portugués, ya que, tras haber viajado en 1949 a la Isla Berlenga, uno de los espacios más arrebatadores de Portugal, en 1951 compusieron el argumento de la película Rosa de areia, que la Fundação dio a conocer en 2010 (Caderno 8 del Centro). Al año siguiente expusieron junto a Fernando de Azevedo, en una muestra que creó un revuelo lamentable, o no se estuviera en plena cadaverina salazarista. Lemos decidiría en ese momento exiliarse al Brasil.
Adélia y Kovaco acompaña cada una de sus 10 páginas de dibujos alusivos hechos por Vespeira, como el que aquí vemos.

Collages de Svankmajer


La galería parisina Les Yeux Fertiles ha publicado un pequeño catálogo de 33 collages de Jan Svankmajer, realizados con el material de que se valió el surrealista checo para su película Sobrevivir a la vida (2010).

L’impromptu, n. 8

De nuevo nos actualizamos con el boletín “metamorfo” y “antiteísta” del umbo, cuyo título aparece esta vez despojado de sus tres vocales.
En su lista de novedades, destacamos dos publicaciones de Guy Cabanel: Chants d’autres mémoires, con dibujos de Lucques Trigaut, y Le revenant, a partir de dibujos de Michèle Grosjean. Guy Cabanel está además aquí muy presente, ya que traduce un poema de la poetisa antigua Li Ts’ing Tchao y a sus propias Fêtes sévères dedica unos versos Christine Delcourt. Este nuevo L’mprmpt se caracteriza por su toque oriental, ya que hay además una prosa de Sei Shōganon y un poema de Han Shan.
En la serie Passage du Sud-Ouest, la colección del umbo acaba precisamente de publicar, de Guy Cabanel, Cent haïkus –y de Ana Tot L’amer intérieur, cuadernos que esperamos reseñar el próximo mes.
Otra rareza poética de que se da noticia es la Ode à une théière apocalyptique de Guy Girard, quien continúa así con sus pequeñas autoediciones, algunas de ellas ya comentadas en nuestras páginas.
Una brisa de océano portugués hay también en este número, con dos dibujos de Rik Lina y la caja de Miguel de Carvalho en homenaje a Mariana Alcoforado, la monja portuguesa amada de los surrealistas. Destaquemos también la pintura de Mireille Cangardel El espíritu del chamán, las fotos del estudio de esta artista por Clémence Cabanel y dos documentos, plástico y escrito, de la vieja demencia cristiana. Hay, en fin, textos de Jean-François Rousseau, Matthieu Messagier, Alfonso Jiménez y Olivier Hervy.
De Anne-Marie Beeckman se nos establece una útil bibliografía (1989-2010), con algunas de sus numerosas plaquettes ilustradas por Jean-Pierre Paraggio y por Marie-Laure Missir.
“La sombra eclipsa al sol varias veces cada mil años, y lo hace desaparecer algunos minutos. Pequeño orgullo, pero perfectamente legítimo: todopoderoso como es, el sol nunca ha logrado hacer desaparecer a la sombra.” (Stéphane Maignan).

Le Bathyscaphe, n. 8


Aquí tenemos otra revista que escapa a la paráfrasis consensual, al hueco garrapateo universal. En su primer número, aparecido hace cinco años, expresaba así de rotundamente su propósito: “Un gran NO nos motiva, el NO al aire ambiente”, Y puede afirmarse, tras 8 irrupciones, que permanece fiel a esa actitud.

La palabra batíscafo se compone de “profundo” y “barco”, y es así definida en el diccionario: “Especie de embarcación sumergible preparada para resistir grandes presiones y destinada a explorar las profundidades del mar”. Le Bathyscaphe, revista canadiense de verdadera crítica social y cultural, que “aparece cuando llueve”, muestra ser tan resistente como exploradora. No se trata de una revista surrealista, pero el surrealismo está presente en ella y su lectura es gratificante para quien ame el surrealismo.
En este número encontramos textos sobre el Padre Ubú en Quebec (Antoine Peuchmaurd), sobre la destrucción del viejo Montreal (Maxime Catellier), sobre el apoyo activo de Batman al movimiento Occupy Wall Street (Mark Read), sobre el discreto encanto de Albuquerque (Bérengère Cournut), sobre “las aventuras del sujeto” por el mar de Irlanda (cuarta entrega de Jean-Yves Bériou), sobre un juego de libros (Thierry Horguelin), sobre cine (Julien Lefort-Favreau), etc.
Desde el punto de vista específicamente surrealista, hay dos textos claves en este número: la bella y muy rica evocación que Joël Gayraud hace de Jean-Pierre Le Goff (“En el Hotel del Rayo Verde, calle del Tiempo Perdido”) y el “retrato cruzado” de Benjamin Péret por Barthélémy Schwartz, primera parte de su ensayo “Benjamin Péret, el surrealista de las bellas corbatas”, digno sin duda de ser incorporado a un futuro número de los Cahiers.
A Barthélémy Schwartz debemos, en cinco capítulos, el interesantísimo “ABC de arte de economía mixta”, que en la última entrega dedicó al surrealismo y a dicho arte en la posguerra. “Yo llamo arte de economía mixta lo que se llama comúnmente el arte contemporáneo. ¿Por qué? Porque ese arte es justamente contemporáneo de la sociedad de economía mixta que se ha impuesto después de la guerra, producto híbrido del mercado privado y del Estado”. Arte, por supuesto, realista, de integración, deseoso de reconocimiento social, que pasaba de la vieja subversión a la subvención. En el capítulo cuarto, Barthélémy Schwartz se ocupa también del surrealismo, muy agudamente señalando su parte de utopía bien superior a la del situacionismo, cuyos “proyectos de situaciones construidas” encuentran hoy en día “ecos positivos en el mercado del arte de la economía mixta y de la cultura en general”, por no hablar de su urbanismo unitario, “concebido a partir de una concepción vanguardista”.
Este es un ensayo de extrema importancia, y cercano al cual se encuentra el Boletín depresionista que hoy aquí reproducimos. Este boletín se incluyó en el n. 4 de Le Bathyscaphe, motivado por la exposición “Herencia del surrealismo” celebrada en una cosa del Quebec llamada “El mercado de la poesía” (¡!), que subvencionan un banco, el líder de un partido político y varios consejos de arte. La Conspiración Depresionista distribuyó este magnífico panfleto en el tal mercado, y nosotros lo aireamos aquí, porque afronta cuestiones que siempre es necesario airear, y porque no tiene fecha de caducidad, siendo aplicable a otras muchas imposturas incesantes.
En números anteriores de Le Bathyscaphe hay escritos especialmente interesantes para los lectores de “Surrealismo internacional”. Así, todos los de Joël Gayraud, como “El centauro de Santorín”, historia de un heroico mulero de esa isla griega bubonizada por el turismo (n. 2), o la reseña del muy bello libro de Bruno Montpied Éloge des jardins anarchiques (n. 7). Las páginas dedicadas a Allan Glass (n. 5) y a Jean Benoît (n. 7, “Ultimo encuentro con Jean Benoît”, por Maxime Catellier). Y otra reseña, esta vez por Antoine Peuchmaurd, y ahora sobre el libro del Nezval de los buenos tiempos surrealistas, Valerie o la semana de las maravillas, que Robert Laffont reeditó en 2006.
Pero toda la revista merece atención, porque en ella no vemos concesiones algunas ni las chorradas de costumbre.

Una obra extraordinaria

Tenemos aquí un auténtico acontecimiento editorial: la traducción en Cátedra de la capital obra de Hans Prinzhorn Expresiones de la locura (1923). Son 384 páginas con cerca de 200 ilustraciones, un cuaderno de ellas a todo color.
La portada ha sido muy bien elegida, ya que El pastor milagroso de Neter no solo fue el modelo del Edipo de Max Ernst (1931), sino que aparece reproducido en el Diccionario abreviado del surrealismo (1931), en el primer número de Minotaure (1938) y en “El arte de los locos, la llave de los campos” de André Breton (1948), quien cita allí el pionero libro de Prinzhorn, señalando cómo la confrontación de las obras de Neter, Beil, Sell o Wölfli con las de arte contemporáneo “en muchos aspectos resulta desventajosa para estas”. Recordemos, de paso, que un año antes, en 1922, había aparecido el libro de Walter Morgenthaler sobre Adolf Wölfli.
La lectura de Expresiones de la locura es una experiencia fascinante, con las ilustraciones acompañando siempre muy de cerca los análisis y comentarios muy agudos de Prinzhorn. Consta el libro, además de una excelente introducción de Julia Ramírez, quien nos refiere cómo, en tan solo dos años, y a partir de lo que había en manicomios de todo el mundo, el psiquiatra alemán supo crear el mayor conjunto de “arte alienado” europeo, procediendo a un estudio que derribaba ideas hechas y rompía fronteras. La parte analítica es sin duda lo más interesante, pero también resultan muy atractivas las ideas y teorías de Prinzhorn, como cuando desarrolla el esquema de las seis pulsiones que a su juicio conducen a la creatividad: el deseo expresivo, el instinto de juego, la propensión ornamental, la tendencia al orden, la directriz imitativa y la necesidad de símbolos. La prologuista señala además la formación expresionista del estudioso, quien por ello eligió “enfatizar el carácter irracional del arte del manicomio, centrándose en el concepto de expresión”, lo que implicaba resaltar estereotipos formales como “el horror vacui, la reiteración de elementos, el automatismo y, especialmente, las imágenes múltiples”. Todo ello, obviamente, preparaba para una recepción fértil por parte de los surrealistas.
Así, no extraña que Julia Ramírez titule uno de los capítulos de su prólogo “La lectura surrealista: vanguardia y locura”. En el área germánica, Kubin incluso se relacionó con Prinzhorn, y Paul Klee mostró también su gran interés, pero el nombre decisivo, como transmisor a los jóvenes surrealistas de París, fue Max Ernst, quien ya se había interesado por la cuestión, incluso proyectando un libro, de lo que fue disuadido precisamente por la obra de Prinzhorn. Max Ernst llega a decir que se trata del “libro de imágenes más bello” que existe, hasta más valioso que cualquier cuadro. Y son las imágenes lo que cautivará a sus amigos de París, cuando allí lo lleve él en 1922. Por tanto, el impacto de la obra de Prinzhorn se ejerció a través de sus imágenes, no de un discurso que nadie entendía.

Los pelos se nos ponen de punta –porque a los horrores nunca nos acostumbraremos– con el capítulo que Julia Ramírez dedica al “arte degenerado” del nacional-socialismo. Al menos 19 de los artistas coleccionados por Prinzhorn fueron asesinados (primero por inyección letal y luego en cámaras de gas). ¿Responsable directo? Un culto profesor universitario. Nombre: Carl Schneider, director de la clínica donde había estado Prinzhorn desde 1933, y que guardó los cerebros de sus víctimas para ser estudiados. Este infame asesino se ahorcaría en su celda para no afrontar el juicio a que iba a ser sometido. Entre sus víctimas estaba el cerrajero artístico Pohl, una de las diez figuras estudiadas por Prinzhorn, quien llega a compararlo en sus páginas a Grünewald, a Durero y, por un autorretrato tremendo, a Van Gogh..
Otro capítulo del prólogo está dedicado al “art brut”. Y es que uno de los impactados por las imágenes del libro fue Dubuffet, en 1923. Desde 1944 se dedicaría a estudiar el “arte de los locos”, y el resto es bien conocido.
En la bibliografía hay que destacar Outsider art, de Roger Cardinal (1972), y Surrealism and Madness, catálogo de una exposición celebrada en la Fundación Prinzhorn, Heidelberg (2009).
“El arte de aquellos a quienes hoy se incluye en la categoría de enfermos mentales, constituye una reserva de salud mental”. (André Breton)

Joyas de artistas

Jean Benoît: zarcillos y collar fourieristas, 1976

Hace tres años publicaban los Museos de Besançon un libro curioso que ahora recibe una edición ampliada, como catálogo de la exposición de joyas realizadas por artistas: Bijoux d’artistes. Une collection, Silvana Editoriale/Galerie du Crédit Municipal de Paris (168 pp.). La exposición tiene lugar en dicha galería hasta el 8 de enero, y el director del catálogo es Emmanuel Guigon, garantía de estar presente en él muchos nombres del surrealismo, o cercanos al surrealismo.
De esos nombres, los más potentes en la materia son Jean Benoît, Pol Bury, Alexander Calder, Roberto Matta y Nikki de Saint-Phalle, pero también se reproducen piezas de Hans Arp, Enrico Baj, Victor Brauner, Agustín Cárdenas, Corneille, Max Ernst, Wilhelm Freddie, el Giacometti de sus años surrealistas, David Hare, Maurice Henry, Jacques Hérold, Marcel Jean, Asger Jorn, Wifredo Lam, Jean-Jacques Lebel, Man Ray, Meret Oppenheim y Dorothea Tanning. Forman parte de la colección, pero no aparecen en el catálogo, Sergio Dangelo, Fabio de Sanctis, Aube Elléouët, Allan Glass y Raoul Ubac.
Con respecto al anterior catálogo, aparte haber muchas más imágenes, hay que señalar la presencia de un estupendo texto de Georges Sebbag, para sumar al del propio Guigon.
En fin, un libro que es en sí mismo una joya, sobre todo para quienes preferimos ver las cosas a poseerlas.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

The Oystercatcher, n. 9


Acaba de publicarse el número 9 de la revista anarco-surrealista The Oystercatcher, que anima Ron Sakolsky en tierras canadienses. La portada de este número es sensacional, con el “oystercatcher” (pájaro de largo pico que abre y se come las ostras) sobre las napias pinochistas de la siempre joven y sonriente Mona Lisa, ataviada ahora con un collar con calavera y sosteniendo una amenazante piraña. Idea y realización de Ed Varney, un viejo conocido del grupo surrealista de la Costa Oeste canadiense.
A lo largo de las 26 páginas de esta revista de amplio formato, nos encontramos con la revuelta surrealista en su más puro estilo de combate político-social. Ejemplo de ello lo tenemos en este magnífico manifiesto:



Sakolsky, como siempre, abre el fuego con su “May Day Greetings!”, continuando con “Hands off Haimen!” y “A chronicle of surrealits voyages in the Pacific Northwest”, en que se suceden los nombres de Apollinaire, André Breton, Kurt Seligmann, Wolfgang Paalen y Max Ernst. Y además anuncia la aparición de su nuevo libro recopilatorio, tras Swift Winds y sin duda no menos explosivo que este:


Muy interesantes textos son el de Seaweed “Atomization is the chain that binds us”, el de Apio Ludd “A proposal for a scornfully prankish autonomous closedown of the economy and the state”, el de Penelope Rosemont “Lost worlds forgotten futures undreamed ecstasies. Some thoughts on the relationship of surrealism to the mayan millenium & to each his own Pluriverse” (ya aparecido independientemente), la evocación que hace Larry Gambone de sus relacione scon los surrealistas ingleses en 1979 y “The secret umbrella” por Joseph Jablonski. Otros puntos altos de esta revista de poesía y revuelta son la entrevista al músico maorí Te Kupu, quien habla del “shitstem” y de los “USKKKA”, el collage de Winston Smith y el dibujo colectivo del grupo Les Boules:


“La rebelión lleva su justificación en sí misma, de modo por completo independiente de las probabilidades que tenga de modificar o no el estado de hechos que la determina. Es la chispa en el viento, pero la chispa que busca el polvorín”. (André Breton, citado por Ron Sakolsky en The Oystercatcher).

Surrealismo en Australia (2)

En un artículo anterior abordamos la historia del surrealismo en Australia entre 1923 y 1948, y en otro nos detuvimos en la figura de Dusan Marek. Por lo que respecta al período que se abre en los años 70, damos hoy la palabra a Michael Vandelaar, la figura más representativa de la aventura surrealista en aquellas latitudes y que actualmente prosigue en dicha aventura, incluso participando no hace mucho, como señalamos puntualmente, en las actividades de la Cabo Mondego Section of Portuguese Surrealism, a su paso por Coimbra. Este texto, de enorme interés para la historia del surrealismo, lo elaboró en este mismo año para el monumental libro de Arturo Schwarz que anuncia su salida en Skira, pero ha tenido la amabilidad de facilitárnoslo. En la carta con que nos lo enviaba, decía también:
“Too many commentators on surrealism in Australia are happy to find connections where none exist. It is not hard to find similarities of imagery to support their argument but there were very few people in Australia who can rightfully be called surrealist.  I am happy with James Gleeson, Robert Klippel, James Cant & Dusan Marek. At some point or other, they either called themselves surrealists or they participated in some action (collective or individual) that can easily be called surrealist.  I just am not sure about the others.
There was also a group in the 1970s who called themselves Anarcho-Surrealist Insurrectionary Feminists. Here is their manifesto:
A copy of their magazine can be downloaded here:
They reprint a text from the surrealist group in Chicago. I am not sure if they were in contact or whether it was found at an anarchist bookstore perhaps.
Anyway these are at least curious detours that are worth exploring.”


Michael Vandelaar

This article is not a history of the surrealist presence in Australia. It is merely a short outline of the activities of a small group of individuals who, for some reason or other, identified themselves as “surrealist” and joined together, from the 1970s through to the 1990s, in a group that called itself “The Surrealist Group in Australia”.
There were many others before us who are deserving of mention, most notably the artists James Gleeson, Robert Klippel, James Cant and Dusan Marek. These four especially understood the true meaning of surrealism. James Gleeson and Robert Klippel both visited Paris in the 1940s and made contact with the surrealist group around Andre Breton. And there are numerous artists, poets and revolutionaries who have understood the primacy of imagination and dreaming as part of their practice. It is not my intention to provide an exhaustive history here of their activities.
The Surrealist Group in Australia was formed in Adelaide in 1977. I had initially made contact with Franklin Rosemont in Chicago in 1975 after reading the section edited by “The Surrealist Movement in the United States” in City Lights Anthology (edited by Lawrence Ferlinghetti, San Francisco, 1974). My initial intention was only to buy some of their publications but as the correspondence grew, Franklin invited me to participate in the World Surrealist Exhibition, which the group in Chicago was then organising, and which opened in May, 1976. I moved to Chicago for three months to attend the exhibition and participate in the group activities. It was out of these collective activities that the idea was born to organise a group in Australia.
After leaving Chicago, I travelled on to Europe where my brother, Ronald Vandelaar, joined me. We engaged in further discussions with surrealists in Paris, especially with the Arab group in exile, around Abdul Kader El Janabi. We also made contact with Edouard Jaguer and Anne Éthuin from the Phases movement.
On our return to Australia, the germ of a group formed around Anthony Redmond, Ronald Vandelaar and myself. It was only when Hilary Booth came in contact with us that we made the move to “officially” form a group and we called ourselves “The Surrealist Group in Australia­”. It was 1977. Our first tract (and defining moment) was a call to support striking miners in the coal industry. Curiously, this tract put us at loggerheads with other socialists in Australia who felt that we were taking over their role. From the outset, the group was highly politicised. We did not want to be seen as “merely” artists. Like all surrealists before us, we felt the need for social revolution as a prerequisite for the surrealist revolution.
As we declared in the “Manifesto of the Surrealist Group in Australia”:
“Devoid of any interest in the maintenance of such a social regime, we thus find ourselves inextricably linked with all others who form the vast base of the pyramid of oppression. Acutely aware that the emancipation of thought and the emancipation material life constitute an indissoluble dialectical relationship, our alignment with the struggle of the working class against the continuous plunder conducted by the ruling financiers, the struggle of women and children against the fetters of patriarchal ideology, the struggle of colonized people against imperialist exploitation – our alignment that is, with the struggle of all oppressed beings against all forms of oppression - is incontestable.”
With the formation of the group in Australia, our collaborations with our international comrades grew, and the connections between us and the group in Chicago became stronger. We contributed to the exhibition, “Surrealism in 1978 : 100th Anniversary of Hysteria” (March-April 1978) and also to the one-off newspaper, “The Octopus Typewriter” (October 1978).
As our activism grew, it was not long before new members joined the group, notably Leon Marvell and Ian Jones. What is it that produces this community of spirit and mayhem that attracts such like-minded people? I think Pierre Mabille expressed it perfectly:
“The authenticity of surrealism is proved by the spontaneity of its origins. Before the appearance of any communication among the surrealists, there were those who had turned away from the life-aims of their contemporaries... Surrealism achieved this miracle, that when these people met they found themselves from the first moment in a communion of outlook, loving and detesting in common, ready to bind their lives in the same undertaking.”


As the group grew, we were desperate to create and publish a journal of our own. We had hardly any funds and printing costs in Australia were exorbitant at the time. Even so, in 1979, the first issue of “The Insurrectionist’s Shadow” was published. By all criteria, it was a modest publication. It was only 16 pages in length, not typeset and all the reproductions of art work were of low quality. But what it lacked in production standards, it made up for in passion. It was full of everything that preoccupied us at the time; our definition of surrealism, examples of poetry and creativity from all members of the group, collective works, games, etc. And central to the publication was an important essay by Hilary Booth, “The Phantom of Liberty”, a brilliant and personal exposition of the scientific method, objective chance and the liberation inherent in love and poetry.
“The phantom of liberty, and the science of passion – or science taken to its passionate extremes. Although we see, all too clearly, that it can only be cowardice to discard what has been learnt through materialist investigation of the outer and inner realities, still science is obviously inadequate in its present (understood) state. Inadequate in its refusal to approach anything that is really important subjectively. And so we will extend and extrapolate as each day, or night, seems to tell us of something that stammers its way into consciousness, haunting us towards freedom:
‘The world has long had a dream of something and must only possess the consciousness of it in order to possess it actually.’ - Karl Marx.”
Alongside our political activism and our poetic practice, a deep love of the poetry and music of African-Americans, especially those who found themselves at the leading edge of experimental musicking (a term coined by Christopher Small), under the banner of Great Black Music (the Art Ensemble of Chicago, Anthony Braxton, Muhal Richard Abrams, Chico Freeman, etc.), inspired us. Already in the first issue of “The Insurrectionist’s Shadow”, there are multiple references to our influences; Charles Mingus, Cecil Taylor, Gil Scott-Heron and Bob Marley. There would not be a social gathering of the group that was not enhanced by the playing of the latest record by any number of black musicians.
This indebtedness never waned and it was further expressed in “The Eye’s Shadow : Surrealism & Black Music”, an essay I wrote for the special edition of “Cultural Correspondence : Surrealism & Its Popular Accomplices.” (Providence, RI, Fall 1979).


It was at this point that Craig Marvell joined the group. Within months, around the middle of 1980, the second issue of “The Insurrectionist’s Shadow” was published under the moniker, “Like A Thief In The Night.” As Hilary Booth and Anthony Redmond wrote in the introductory essay, “Burning Spears, Volatile Spirits, Conflagrations Of Freedom”:
“This second issue of The Insurrectionist’s Shadow is dedicated to Black men and women struggling for their freedom; specifically to the Aboriginal people of Australia, the people of Afrika and Afro-America, all of whom are in constant search for their own past and futures. Especially do we celebrate those sublime carvers of totemic fire, within these cultures, who have become consciously aware of the absolute necessity of myth-making, imagining and dreaming as the means to that freedom. Those who practise these means with the aim of re-uniting their people in an insuppressible drive to materialise the amorous possibilities of a grand future.”­


Since its inception, all the group members had lived in Adelaide. By 1980, several members had moved interstate. At a time when almost all communication was via letter (the cost of using the phone was still high), the cohesiveness of group activity started to fray. It was not as easy to include the whole group in collective activities. Even so, a group consisting of Hilary Booth, Sabina Carney, Ian Jones, Craig Marvell and Anthony Redmond, together in Sydney, were meeting regularly and gathering contributions for a third issue of the Insurrectionist’s Shadow. This was never to be published.
Independent of this grouping, however, other pockets of surrealist activity started appearing elsewhere in Australia. In 1980, in Melbourne, the journal, “Aquapsyche / Surrealist Regime” published the activities of Charles Henri Trevillyan, Scott Bolton and Stephen Purcell.
In 1981, in Canberra, Tim White, John Tarran and Kate Griew collaborated on poetic experimentations which were subsequently published in two issues of “The Submariner’s Dream”. In the manifesto that introduced the first issue, “Surrealism Under Water (Manifesto 222)”, the group wrote, “In the grip of irresistible temptation we rekindle the flame of universal desire,” and called for “FREEDOM ABOVE ALL ELSE.” For the second issue, Tim White and John Tarran declared:
“We are surrealists because we are not prepared to compromise our creativity nor trivialise what remains a revolutionary struggle for the creation of a new consciousness. We can no longer tolerate the neglect of the vital dialectical interaction between dream and material, social reality.
Mythical heroes ride with us against the oppressor in all his forms. We will seek him out from every social institution and mask behind which he hides.
We have no wish to merely imply treason in our activities, we embrace it wholeheartedly for it is the future knocking at the gate of the present demanding entrance!”
Over the ensuing years, collective activity was sporadic, reflecting the geographical distances between all members of the group. By the mid 1980s, there were surrealists in four cities, separated by thousands of miles. Tim White had started a nomadic existence, spreading his poetry and defiance to every capital city on the mainland.
As Hilary Booth wrote at the time:
“it is an age where footholds are few and far between,
a revolutionary context is difficult to maintain,
yet we continue to seek and hold tight to the free spirit.”
In March, 1984, Tim White and Michael Vandelaar collaborated on a single issue of “The Depth Charge”.
In the same year, Ülex Xane started releasing music and poetry under the Extreme label. In the introduction to his volume of poetry, “Vas Deferens” (Extreme, Melbourne, 1984), he wrote:
“This volume is offered as an individual contribution to the kollectiv deviance of the anti-authoritarian offensive; to each according to his own desire. We extend fraternal greetings to all free spirits. Stop at nothing.”
The Extreme label went on to fill the air with noise and lust. In 1985, it released “THE MORALUNARY CLASS - Passional Attitudes”, realised for a sound project on the theme of Abnormality. Quoting Ambrose Bierce on the cover, “in matters of thought and conduct, to be independent is to be abnormal.” Numerous records and publications followed.
In 1985, group activity exposed itself in a one-off journal, “The Revenge Of The Shadows”, gathering contributions from Scott Bolton, Stephen Purcell, Michael Vandelaar, Tim White and Ülex Xane.
The much talked about “tyranny of distance” meant that we, in Australia, did not receive many surrealist visitors from other countries. In 1988, this changed with the arrival of Johannes Bergmark and Bruno Jacobs from Sweden. This encouraged close collaboration between the two groups, a collaboration which continues to this day though only on an individual level.
Although the 1980s were lean times for collective activity, the group came together for “special” occasions. Hilary Booth, Anthony Redmond and Michael Vandelaar participated in the exhibition, “L’experience continue, 1952 – 1988” organised by Edouard Jaguer and the Phases Movement.
In 1988, the fourth issue of “ARSENAL: Surrealist Subversion” appeared, published by the Surrealist Movement in the United States. It contained the essay, “ANTIPODEAN ATTRACTIONS : Surrealism in Australia at this very moment,” by Michael Vandelaar, alongside poetic contributions from Tim White and newcomer, Michael Loosli. 1988 also marked the bicentenary of the occupation of Australia by the white colonial class. All of the group participated widely in protest activities.
Collective surrealist activity always gathers new proponents. By the early 1990s, John and Claudia Lloyd-West joined the group ... by then, it could easily be called a loose orbit of lost souls. The collective activity was becoming less and less.
The group joined together in 1992 to co-sign an international declaration protesting the 400th anniversary of the "discovery of the Americas” by Christopher Columbus. The signatories, calling themselves the Surrealist Group in Australia, were Rita Golanski, Claudia Lloyd-West, John Lloyd-West, Catherine Nelson, Anthony Redmond, Michael Vandelaar, Ireen Van Den Driesschen and Tim White.
Since then, the group has not really existed. It didn’t officially end. It just dissipated to the four corners of the pluriverse. Individuals have continued pursuing surrealist activity, including collaborations with other individuals and groups around the world.


Ronald Vandelaar, "El corazón salvaje", 1977


Breves

Hasta el 25 de marzo de 2013, tiene lugar, en el Centro Comercial Beaubourg, una magna retrospectiva de Ávida Dollars.
Ya tuvo Ávida Dollars otra superexposición en el mismo mamarracho parisino, año de 1979, la más exitosa de todas las que allí se han celebrado, que ya es decir.
¿Y qué artista puede presumir, como Ávida Dollars, de reunir bajo su nombre tantas genialidades, payasadas y aberraciones? Que sepamos, ninguno. Que ya es decir.
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En Classiques Garnier acaba de aparecer el tomo II de las Obras Completas de Alfred Jarry, organizadas cronológicamente. Entre los nombres editores está Henri Béhar, quien garantiza la seriedad del proyecto. Recordemos que ya en los Bouquins de Robert Laffont disfrutaba Jarry de una buena edición de sus Oeuvres (2004), que es la que aún manejamos los devotos de este famoso poeta absintista.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Laurens Vancrevel


Nada menos que dos publicaciones simultáneas de referencia nos brinda este fin de año Laurens Vancrevel, faro a lo largo del último medio siglo, junto a Her de Vries, del surrealismo neerlandés, de tan fuerte impronta internacional. Ambas, cómo no, en las ediciones de las Brumes Blondes, muy activas en los últimos tiempos.
224 páginas componen La atracción magnética de 1713, cuyo título homenajea a aquel a quien le debemos el surrealismo y de quien vemos en portada su poema objeto de 1941 “Retrato del actor A.B.” Se trata de una recopilación de los escritos de Vancrevel sobre poetas y pintores del surrealismo, aparecidos, de fines de los 60 hasta este mismo año, en publicaciones como –aparte Brumes BlondesArsenal, Infosurr, Phases, Mandala, Salamandra, Vox Carolina, Randstad, etc. La primera parte está dedicada a figuras holandesas, en concreto Theo van Doesburg, J.H. Moesman, W. Wagenaar, Kristians Tonny, Hendrik Cramer, Theo van Baaren, Eugène Brands, L.Th. Lehmann, C. Buddingh’, Her de Vries, Jan G. Elburg, Gerrit Kouwenaar, Hugo Claus, Corneille, Shinkichi Tajiri, Simon Vinkenoog, Jak van der Meulen, Jan Schlechter-Duvall, Rik Lina, Geert van Mulken, Herman Ysebaert y Jörg Remé.
Siguen textos sobre romanticismo, marxismo y surrealismo, anarquía y creatividad (para la encuesta que hizo en 1981 Arturo Schwarz), Lautréamont, la revista Néon, Breton, Nadja, Edouard Jaguer, Magritte, Chirico, Péret, Leonora, Michaux, Octavio Paz, Cesariny, Lambert, Breytenbach, Lacomblez, Cabanel, Cruzeiro Seixas, Carlos Revilla, Debenedetti, Jacques Abeille, Sergio Lima, Rikki, Raúl Henao... En fin, todo un vasto mosaico del surrealismo, del que conocemos algunos de los escritos que lo componen, siempre finos y certeros, pero otros no, lo que es una pena, ya que de tan exótica lengua solo podemos aspirar a entender unas pocas palabras.
Con portada amarilla de Kristians Tonny (uno de sus dibujos infantiles que se expusieron en la exposición surrealista parisina de 1925), la Nueva antología de poesía surrealista neerlandesa pasa a ser la gran antología del surrealismo en esa expresión lingüística. Un breve prólogo la precede, y al final hay notas con la semblanza de cada uno de los poetas, que son: Hendrik Cramer, I.K. Bonset, Paul van Ostaijen, Nes Tergast, Paul Colinet, Luc Tournier, Marc Eemans, Gertrude Pape, Theo van Baaren, Eugène Brands, Chr. van Geel. C. Buddingh’, Oda Blinder, Jan G. Elburg, L.Th. Lehmann, Corneille, Jan Schlechter-Duvall, Gerrit Kouwenaar, Hans van Straten, Charles Corsen, Jak van der Meulen, Simon Vinkenoog, Bernardo Ashetu, Hugo Claus, Her de Vries, Alain Teister, Peter Berger, Theo Festen, Jozef Bierkens, Axel van Caspel, Josse de Haan, Hugues C. Boekraad, Rik Lina, Jan Bervoets, Tenny Frank, Hans Plomp, Geert van Mulken, Peter Nijmeijer, Wijnand Steemers, Pieter Schermer, Bastiaan van der Velden y el propio antólogo.
Quien no sabe neerlandés, al menos detecta poemas como “Adieu André Breton” de Buddingh’, “L’humour noir” de Kouwenaar, “Hommage à Magritte (René)” de Bierkens o “Medusa” (“in memoriam Geert van Mulken”) de Rik Lina, mientras que uno de Pieter Schermer lleva como epígrafe “Les mots font l’amour”.
No ha dejado pues Laurens Vancrevel por manos ajenas hacer esta necesaria muestra del surrealismo en lengua neerlandesa, que cubre desde los años 20 hasta la actualidad, o sea toda la historia del surrealismo como movimiento.

Collages para Alfonso Buñuel


A pesar de haber sobrevivido pocos collages de Alfonso Buñuel –el libro de ellos se perdió durante la guerra civil–, su impacto ha sido muy grande, sin olvidar que fue maestro de Juan Eduardo Cirlot y de Luis García-Abrines.
Diez collagistas de diferentes países se han reunido en una publicación, la octava, de la colección zaragozana Poisson Soluble. Se trata de sendas postales, en que los artistas se han inspirado para su trabajo en los collages de Alfonso Buñuel.
Pero nada mejor que remitir a la página que coordina Pierre d.la, y que aspira a ser, loable propósito en esta tiranía perenne del realismo más abyecto, “un pasquín por la libertad de imaginación”:
ENLACE DESAPARECIDO

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Ráfagas

Desde hace ya un año intentamos dar cuenta de una cierta actualidad del surrealismo, pero aún nos sorprendemos con publicaciones periódicas de las que no teníamos noticia, o solo por el nombre. Ese es el caso de The Oystercatcher y de Le Bathyscaphe. La primera va ya por su número 9, y es una revista del movimiento surrealista, en concreto de algunos miembros del grupo Arsenal, como Joseph Jablonski, aunque la portada de este número la hace un conocido del grupo de la Costa Oeste, el muy original y creativo Ed Varney.
Una revista no de creación surrealista, pero sí cercana al surrealismo, es Le Bathyscaphe, que se publica en Montreal y de la que acaba de aparecer su n. 8, con artículos sobre las corbatas de Péret, por Barthélemy Schwartz, el Padre Ubú en Quebec, por Antoine Peuchmaurd, la destrucción del viejo Montreal, por Maxime Catellier, el apoyo activo de Batman al movimiento Occupy Wall Street, por Mark Read, el discreto encanto de Albuquerque en Nuevo México, por Bérengère Cournut,  las aventuras del sujeto sobre el mar de Irlanda, por Jean-Yves Bériou, el universo mágico de Jean-Pierre Le Goff, por Joël Gayraud, etc.
En un próximo texto nos ocuparemos de los ocho números de esta revista de exploraciones profundas, así como de The Oystercatcher.

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Esta exposición de collages merece señalarse aquí por la presencia en su inauguración, el día 30 de noviembre, como invitada de honor, de Suzel Ania, personalidad magnífica del movimiento Phases y del surrealismo, maravillosa autora de collages, y de quien ya hemos hablado brevemente en estas páginas.

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El n. 5 de la revista digital Agulha contiene, como siempre, trabajos de interés, pero desde el punto de vista surrealista el que hemos de destacar es el del ensayista, pintor y poeta Carlos M. Luis, quien, con su tino habitual, hace, con el título de “André Breton y su experiencia mexicana”, una reseña encomiástica del flamante libro de Fabienne Bradu André Breton en México, publicado por el Fondo de Cultura Económica. Incluye este volumen textos del propio Breton, entre ellos traducciones de sus conflictivas conferencias.

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En el museo artístico de la monarquía hispana, sito en la Corte de ese país, tiene lugar hasta el 17 de diciembre la exposición “Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta”, que ha dado su correspondiente catálogo.
Por supuesto, el mayor interés lo ofrece el propio Artaud, y no su consternadora herencia, que aquí se distribuye entre Francia, Brasil y los Estados Unidos. En Francia tenemos a los letristas, en Brasil a los concretistas, en los States a su vanguardia. Son en total 300 obras, en diferentes medios de expresión.
Como es bien sabido, en los años 70 Artaud fue utilizado contra Breton por la pedantocracia universitaria telqueliana. Y es la pedantería lo que signa también a los brasileños, con aquel tremendo Haroldo de Campos, que yo consideré un tiempo el intelectual más pedante del planeta –¡los hados nos libren! Luego tenemos el aburrimiento letrista (aunque Isou –otra víctima de los electroshocks del doctor Ferdière– y Pomerand a veces remonten vuelo), el terrorismo musical de John Cage, etc.
La posteridad artaudiana nos hace pensar en la duchampiana, para decir uno qué culpa tienen. Qué comparación no ya con la de Breton, sino con la de un Chirico (sobre este, a todos los datos que en Caleidoscopio surrealista aportamos, ya hemos sumado algunos más: René Crevel nos dice que ante un cuadro suyo tuvo al fin “la visión de un mundo nuevo”; Jacques Lacomblez empezó a pintar cuadros cuando, a los quince años, descubrió su metafísico universo; en 1982, Rik Lina pinta un “Homenaje a Chirico”; y en 1997 hace lo mismo Suzana Wald).
En el mostrenco madrileño, en cambio, se asiste a unas derivas que son en su mayoría “rollos intelectuales”, como muy bien me escribe un visitante de mi entera confianza, quien añade: “la exposición era interesante y a la vez un poco pelmaza”.

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E. F. Granell, "Director de orquesta", 1990


El día 28 de noviembre fueron presentados, en la Fundación Eugenio Granell, los Cuadernos de apuntes de Eugenio Granell, así como el libro-disco Miniaturas de Eugenio Granell: música revelada.
El polifacético maestro –tan inolvidable personalidad como artista– ve ahora su vertiente  musical atendida, conviniendo recordar que era un fino violinista y que supo combinar con la vivacidad que lo caracterizaba la música culta con la del pueblo gallego. El disco, en vivo, lleva dirección del pianista cubano Alejandro Vargas, partiendo de los apuntes musicales granellianos.
Ha sido en fin un centenario glorioso para Eugenio Granell, con actividades y publicaciones que se han estirado a lo largo de todo el año.