lunes, 11 de marzo de 2013

Ludwig Zeller, alquimista de la imagen


En Viña del Mar (Chile) se ha celebrado, desde el 24 de enero, la exposición de collages “Alquimista de la imagen. Ludwig Zeller”. En el cuadernillo de la invitación inaugural, escribe Ximena Olguín:
“Ludwig Zeller es un alquimista de la imagen, tanto en su prolífica e internacionalmente conocida obra poética, como en su obra plástica. Se ha dicho que su oficio ha sido «inventar a cada instante la libertad». Su imaginario es «un puente que atraviesa los mares del inconsciente» creando mundos maravillosos e inquietantes, a veces con una gran carga de humor, otras ahondando en los aspectos más profundos y delirantes del ser humano.
Zeller construye sus collages a partir de grabados antiguos representando animales, oficios y personas, que él saca de libros de fines del siglo XIX. Sus tijeras liberan estas imágenes del contexto original para presentar nuevas realidades. Al igual que en la poesía, en que conjuga verbos en un nueva sintaxis, Zeller transforma imágenes, creando un poema visual fecundo en metáforas y significados”.
Acompaña la exposición un pequeño catálogo con 11 poemas y 11 collages, porque, en efecto, Ludwig Zeller ha sido y es tan gran poeta como collagista, o, para decirlo al modo surrealista, es un verdadero poeta que se expresa tanto a través del verso como del collage.
Los collages y los poemas proceden del estupendo libro de Zeller Retorno al oasis, aparecido en 2010 y que incluía, entre otros, textos de Edouard Jaguer, Carlos M. Luis, Enrique de Santiago y Susana Wald.
Los collages van de 2000 a 2008 y del humor de “Profeta con burbujas en la cabeza”, “El huésped”, “Me recuerda a alguien” o “Amor a primera vista” al lirismo de “Los encantamientos”, “Alas contra el viento” o “Fuente de los encantamientos”. Los poemas son “Sentar cabeza”, “El faisán blanco”, “Dejar el mundo, nacer hacia otro sol...”, “Abro mi cráneo en dos”, “Extracción de la piedra de la locura” (dedicado, cómo no, al Bosco), “Por un amor salvaje, monto en pelo”, “Hay un error al fondo de ese vaso”, “Ceremonia mnemotécnica”, “Apoyado en la piedra de la noche”, “Distracción ontológica” e “Insomnio con escamas”. Especial emoción reviste el tercero, donde el poeta evoca a los amigos poetas ya desaparecidos: Rosamel del Valle, Enrique Gómez-Correa, Enrique Molina, Aldo Pellegrini..., para concluir: “La caravana pasa, vamos todos a celebrar / La poesía al otro lado, cerca del corazón donde se apagan / Los ausentes, esas llagas, esos fuegos errantes”. (Aún mayor emoción traspasa el hermosísimo, estremecedor poema “Si retorna el cometa”, dedicado a Susana Wald e incluido en Retorno al oasis junto al collage “Mujer en el centro de la vida”). “El faisán blanco” comienza con la afirmación de que “Todas las puertas dan hacia la noche”, mientras que “Sentar cabeza”, manifiesto de su rechazo a las componendas del mundo, concluye con estos exaltantes versos: “Hay que soñar despierto, la vida nos concede la luz / De esa memoria, el amor está aquí y en cada pétalo / Nos regala su gracia, la virtud de la vida, su locura”.
Llena de belleza ha sido la travesía poética de Ludwig Zeller, desde que, en 1953, o sea hace ahora ya nada menos que seis décadas, publicara Los elementos, para nunca más parar de ofrecernos la evidencia de que existe la verdadera vida.