martes, 25 de febrero de 2014

Lo que será: una resistencia a la catástrofe

En 1947, André Breton escribía que “se trata de saber si el surrealismo, como disciplina mental escogida por un pequeño número de seres diseminados por el mundo, ha resistido a la catástrofe”. Como la catástrofe es continua, sea bélica o sea pacífica, la cuestión no ha dejado de plantearse constantemente. Lo que será es la respuesta afirmativa, hoy, a la duda expresada por el fundador y teórico principal del surrealismo. Pero es preciso señalar que solo espíritus tan internacionalistas como Her de Vries y Laurens Vancrevel, caracterizados a la vez por su negación de desafortunados sectarismos y por el deseo de captar todas aquellas ondas emitidas por la aventura surrealista, han podido llevar a cabo esta generosa empresa de aglutinar en el almanaque de Brumes Blondes tantas fuerzas, individuales y colectivas, del movimiento surrealista.
En anteriores notas nos hemos detenido en la dimensión ensayística del almanaque y en el capítulo de los juegos. Pero resta la enorme cantidad de ilustraciones, poemas y relatos que ahí se encuentran. Ilustraciones las hay de fotos, collages, pinturas, cajas, objetos, montajes, dibujos. Predominan estos últimos, sin duda porque son los que más se prestan a una buena reproducción en un volumen en blanco y negro: Zuca Sardan (sobre el almanaque Griffon), Cruzeiro Seixas, Premysl Martinec, Stephen J. Clark, Michael Löwy, Kathleen Fox, Seixas Peixoto, Theoni Tambaki, Raúl Perez, Miguel Ángel Huerta, Jörg Remé, Schlechter Duvall, Georges-Henri Morin, Robert Lagarde, Patrick Hourihan, Jeremias Frog, Bill Howe, Michael Vandelaar (en homenaje a Franklin Rosemont), Byron Baker, Jean Terrossian, Antonio Ramírez, Terri Engel, Timothy R. Johnson y Delridge Honanie Coochsiwukioma (“Muchos pájaros espíritus”, prosiguiendo el diálogo hopi-surrealista), Jean-Jacques Jack Dauben, Susana Wald, Ribitch, Jon Graham, David Coulter, John Welson y Niklas Nenzen.
La foto y el collage manifiestan el vigor de siempre. Fotos hay de Nicole Espagnol, Peter Overton, Bruno Jacobs, Bastiaan Van Der Velden, Javier Gálvez, Marcus Salgado, Stuart Inmann, Paul Cowdell, John Duda, Raman Rao, Paul Bogaers (una “foto combinación”) y Roman Kubik. Collages, de Guy Ducornet, Enrique Lechuga, Pierre-André Sauvageot, Miguel de Carvalho, Alex Januário, Ron Sakolsky, Kate Katheb, Wedgwood Steventon, Katerina Kubikova, Daniel Madrid, Jhim Pattison, Dan Stanciu, Sasha Vlad (tres, con leyendas de Dan Stanciu), Penelope Rosemont y Winston Smith.
Las reproducciones pictóricas vienen encabezadas por Renzo Margonari, con el bello texto que ya traducimos aquí, y luego encontramos a Eva Svankmajerova, Katerina Pinosova, Aldo Alcota, Rik Lina, Jean-Claude Charbonel, Jacques Lacomblez, Jean-Pierre Paraggio, Rikki Ducornet, Cm Lundberg, Luís Manuel Gaspar, Guy Girard, Enrique de Santiago, João Garção (un homenaje al Bosco), Luiz Morgadinho, Leonidas Krivosej, Marta Peres, Alfredo Luz, Pedro Prata, Wijnand Steemers y Martin Stejskal.
Y quedan las cajas, objetos, montajes, fotomontajes, etc., de Leticia Vera (un “fetiche”), Eugenio Castro, Dennis Cunningham, Jan Kohout, Her de Vries, Jan Svankmajer, Rikki Ducornet, Jan Gabriel, Beth Garon, Karol Baron, Lucie Hruskova.


Una encuesta sobre las formas de edición y de exposición del movimiento surrealista recibe respuestas en general de nombres que forman parte de actividades grupales. La de Guy Girard es la primera, y es la que, desde su primer párrafo, plantea adecuadamente la cuestión, al señalar cómo la actividad del movimiento surrealista, hoy repartida entre grupos e individuos dispersos en varios países, cada uno con sus peculiaridades y preocupaciones, “es y persiste en ser la de un apartamiento absoluto con respecto a los modos de vivir, de pensar y de soñar dominantes”, buscándose por un lado la comunicación  entre la comunidad surrealista y por otro el encuentro “con esos desconocidos cuya errancia entre las multitudes oscuras no puede sino cruzarse con la nuestra”. El grupo parisino puede presumir de no haber nunca solicitado subvenciones públicas o privadas, a diferencia de quienes han cambiado la subversión por la subvención. Un homenaje es hecho a las ediciones colectivas Hourglass que animaba Peter Wood en Francia, y se señalan las colaboraciones con los anarquistas. Al referirse a Hydrolith, Guy Girard ve este proyecto como superior al de los Boletines Internacionales del Surrealismo, que considera una fórmula fracasada. Las ediciones del grupo son limitadas, y tratan de inscribirse lo menos posible en el mundo de la mercancía. Ello me hace recordar cuando hace ya unos años le escribí a Marie-Dominique Massoni pidiéndole los números de S.u.rr..., y me contestó que  no hacía falta que le pagara, sino que era mejor hacer “un intercambio”.
Allan Graubard habla de las Anon Editions, Penelope Rosemont de la Galerie Surréaliste de los años 20 y de la Black Swan Press y Eugenio Castro de la Galería 13 en Cádiz. Este último califica de “monstruosidad” el hecho de exponer, ¿pero eso no lo ha sido siempre, como no deja de serlo también, a una cierta luz, el hecho de publicar, un libro o lo que sea?
Por Sonámbula, Fernando Palenzuela, Enrique Lechuga y Bernar Sancha tratan de la autogestión, expresando su desinterés por saber si sus títulos atraerán la atención “de esa abstracción llamada público”, ya que se publica “para documentar, redescubrir o difundir aquello que más nos concierne”. Estamos aquí lo más lejos posible de la “monstruosidad”, como cuando a través de una exposición se da a ver aquello que no menos nos concierne. En este texto se aborda también la cuestión de lo “digital”, con la referencia al “desastre que la empresa de «desmaterialización» del mundo representa actualmente” y que no hace sino “confirmar nuestro deseo de continuar apoyándonos en el papel impreso”.
La respuesta de Alex Januário y Marcus Salgado por el grupo DeCollage señala la sustitución del Avida Dollars por el Avida Media y la preocupante presencia de las subvenciones, estatales o privadas, como del gusto por los “currículos” en los catálogos (¡qué palabreja! aunque no debe ser responsabilidad de ellos, una impresión repugnante produce, en el catálogo de la Fundación Granell dedicado a Ludwig Zeller y Susana Wald, verla encabezar los datos de la trayectoria poética de cada uno de ellos).
Por último Laurens Vancrevel y Her de Vries se centran en lo que ha sido esta problemática en Holanda, un país hostil desde siempre al surrealismo y a sus manifestaciones. La publicación de Lo que será es vista como un intento, sin duda exitoso añadiría yo, de contribuir a la colaboración internacional del surrealismo.