miércoles, 21 de octubre de 2015

El faro peretiano

Dcha: Günther Gerzso, Retrato de Benjamin Péret, 1944

Je ne mange pas de ce pain-là. Benjamin Péret poète c’est à dire révolutionnaire es el nuevo título de la colección de discos surrealistas Phares. La dirección es de Rémy Ricordeau, quien en 94 minutos traza lo esencial de la biografía y la personalidad de una figura clave del surrealismo. De nuevo hay versiones con subtítulos en español y en inglés y un libreto ilustrado a todo color contiene un centenar de páginas. La traducción castellana pone siempre Bretón, en la mejor línea de la tan rica ignorancia supina hispánica cuando se aborda el surrealismo.
Intervienen algunos sobrevivientes de la última armada bretoniana, en concreto Alain Joubert, Michel Zimbacca, Georges Goldfayn y Jean-Claude Silbermann. Joubert es quien mejor contribuye a trazar la semblanza de Péret, y Silbermann –entrevistado con una de sus magníficas enseñas detrás– el único con algunos juicios desafortunados: él mismo es consciente de que no está diciendo nada pacífico cuando compara la poesía de Péret a la música de Miles Davis (que considera la más “violenta” del jazz, pero que solo lo es, en todo caso, de cierto tipo de jazz) y también repite el insidioso cliché del “fracaso” del automatismo, según él a causa de su carácter “experimental”. Georges Goldfayn observa cómo la poesía de Péret, con su “cabalgata de imágenes mentales”, responde a un dictado “visual” y no “sonoro”. Zimbacca evoca la colaboración en L’invention du monde, cuyo título propuso Péret. El lado más estudioso lo ofrece Guy Prévan, autor del espléndido librito Benjamin Péret, révolutionnaire permament; tan solo podría reprochársele que en la alusión a Néon parezca desvalorizarlo, al describirlo como mera “tentativa de revista que no dura sino unos pocos números”, sin decir nada más de una publicación central en la historia del surrealismo, y surgida en un momento clave y particularmente difícil y hostil.
Retrospectivamente aparecen Soupault, Duhamel, Gerzso y Nadeau; el último mejor que no hubiera abierto la boca, y poco entiende a Péret quien considera una mera “fantasía” el haber querido ponerle a su hijo Geyser el nombre de Desertor (también quiso llamarlo Satán).
Alex Januário, collage, 2015
El desfile geriátrico (faltó aquí Claude Courtot) es una de las características de este tipo de documentales, no solo de los de la colección Phares. Pero en el caso de Péret, se echa en falta especialmente que no aparezca nadie de las generaciones posteriores, nadie de quienes han seguido y siguen deslumbrándose con su poesía y con su figura, tomándolo como ejemplo y como inspiración. Este collage de Alex Januário es una muestra de lo último, como de Ángel Zapata el relato “La maquinaria de los teleféricos”, que yo leía hace un par de días y que va dedicado “a la memoria surrealista y libertaria de Benjamin Péret”.
Entre las imágenes en vivo, las mejores son las que muestran a Péret con Tanguy y Paalen, divirtiéndose en la terraza de un bar. Señalemos que, si al reseñar el disco de Toyen, lamenté que no se hiciera hincapié en su amistad con Péret, aquí sí se hace, quedando clara la especial complicidad fraterna con ella y con Tanguy, aparte, por supuesto con Breton. Faltó aludir a sus amigos más jóvenes, como el grupo de cinéfilos y, en particular, Jean-Louis Bédouin. También se pasa algo livianamente por sus estancias brasileñas, y no se dice nada del viaje con Breton a Tenerife; esto último carece de importancia, ya que está registrado en el libreto, donde incluso se reproduce una de las fotos con Agustín Espinosa.
Por suerte, Benjamin Péret ahuyenta todo tipo de acompañamiento con música babosa, que es otra de las maldiciones de este tipo de documentales, pero ello es también mérito de Rémy Ricordeau, quien ni siquiera le dio oportunidades, por ejemplo, al tal Miles Davis, y que ha hecho a fin de cuentas un trabajo excelente, en otro número que merece ser recomendado.