miércoles, 25 de noviembre de 2015

Nicole Espagnol

Nicole Espagnol y Alain Joubert en el Palais del Facteur Cheval, 1974

Il était une dame es una preciosa publicación que reúne todos los escritos de la maravillosa Nicole Espagnol. Edita en Montreal L’Oie de Cravan, e incluye también fotografías, a las que Alain Joubert, compañero de toda su vida, ha puesto títulos.
Nicole Espagnol nació en 1937, y fue lectora juvenil de Jarry, Lautréamont, Sade y Breton y los surrealistas. Determinante fue su encuentro con Alain Joubert en 1958, ya que además la llevó a integrar el grupo surrealista, hasta la ruptura de 1969.
Il était une dame lleva como presentación un bello texto escrito por Marie-Dominique Massoni en 2006, año en que Nicole Espagnol desaparecía. Recordemos que Alain Joubert escribió entonces el emotivo libro Une goutte d’éternité, dedicado “a ti, Nicole, mi heroína, porque viva o muerta, tú eres la que yo amo”, y donde se relata su encuentro ineluctable, inicio del “amor absoluto” entre ambos, prolongado durante cinco décadas.
André Breton es quien publica por primera vez sus poemas, en el n. 7 de La Brèche (1964). Otros aparecen en las décadas siguientes en Le Désir Libertaire, Camouflage, Homnésies y Cahiers de l’umbo (el poema “Mimi écart”, dedicado a Mimi Parent), publicaciones en que se seguía expresando el surrealismo. De 1983 es Little magie, septenario poético con cuatro litografías de Jorge Camacho, que han sido también reproducidas aquí, en todo su color. Cierran el conjunto dos poemas inéditos.
Nicole Espagnol, El sueño de Fantomas
La serie de “Textos varios” comienza para mí con una sorpresa, al descubrir que un precioso texto del catálogo “Armas et bagages” publicado en Lyon en 1975 y firmado por Sophie Des, pertenece a Nicole Espagnol. Como Sophie Des participa también, tres años después, en Huit mois avec sursis, obra de “poética-ficción” en que intervenían Joubert, Georges Sebbag y Paul Virilio, entonces en el colectivo Quando. El catálogo de “Armes et bagages” es una de las más magníficas demostraciones del surrealismo que proseguía, pese a los intentos por enterrarlo de Jean Schuster, quien, escoltado por su par de guardaespaldas, no soltaba la pala en la mano. Precisamente le cabe el honor a Nicole Espagnol de publicar en 1990 un soberbio panfleto contra Jean Schuster, motivado por sus ignominias en un libro de intercambio de cháchara en que se intentó poner a la altura de Michel Leiris, titulándolo Entre augures; definiéndolo como un “impostor”, Nicole concluye: “La única traza que dejará Monsieur Jean Schuster es la tentativa de erradicación del Surrealismo –uno de los movimientos más exaltantes del siglo– por los medios más viles”.
Otros textos son los de Je suis-bête, que publicó también L’Oie de Cravan, en 2003, historias y anécdotas sobre animales, dedicadas a François-René Simon, y las vivaces intervenciones en Le Cerceau, la publicación periódica que entre 1994 y 1998 animó una época particularmente miserable, y cuya originalísima maquetación y título se debieron a ella. En sus artículos y notas, Nicole Espagnol habla de Arno Schmidt, Jean Paul, Ladislav Klima, Robert Walser, Mervyn Peake, etc., con suma inteligencia y suma finura.
Las fotos, que es una pena no sean más, “dan todos sus poderes al azar, al encuentro, a lo insólito que revela lo que palpita en lo más cotidiano, lo más común” –escribe Alain Joubert, quien, al ponerles título, no ha hecho sino seguir un hábito muy del surrealismo. La de portada, en cambio, es un detalle de la que le hizo Robert Lagarde a Nicole con un cuervo en las manos y que inspiró una caja de Alan Glass, reproducida al final del n. 2 de L’Or aux 13 Îles.
He aquí un libro que es bueno que exista. Honra le sea hecha a L’Oie de Cravan.

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Nicole Espagnol, ¿A quién tengo el honor?

Si la foto del cuervo me recuerda el río Erges a su paso fronterizo por la villa portuguesa de Segura –similares piedras graníticas y sobrevolado por cuervos, aparte águilas y cigüeñas negras–, el caballero balzaquiano me hizo pensar de inmediato en el aldeano miñoto de grandes bigotes que me sorprendió dándole la vuelta a la señorial Casa do Bairro de Moure, pero detrás de un muro y más divertido que risueño. Creo que Nicole Espagnol se hubiera deleitado con él.


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En estas dos lujosas páginas del n. 2 de L’Or aux 13 Îles tenemos el texto y la foto de Suis-je bête, junto a la caja de Alan Glass y el comentario de Alain Joubert.


Crónica

Losas (una erótica del caminar) es una entrega de Si Ne Qua Non Ediciones, constituida por fotos de Javier Gálvez y Lurdes Martínez acompañadas de breves textos del primero y con un dibujo de Antonio Ramírez en la contracubierta. Las fotos son de curiosas fracturas en el enlosado callejero, interpretadas eróticamente, o no fuera la primera acepción de la palabra losa esta: “Piedra llana y de poco grueso, casi siempre labrada, que sirve para acariciar y otros usos libidinales”, y la segunda esta otra: “Trampa formada con losas pequeñas, para alargar la excitación erótica”.


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En las Surrealist Editions del grupo de Leeds ha aparecido un segundo conjunto de fotos de Peter Overton, titulado Waterloo & Elsewhere, nuevamente acompañado de textos y con una introducción de Krzysztof Fijalkowski.

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Damos esta dirección del Free Music Archive, con el reciente disco de Mal Occhio Optic Occultation y fragmentos de Sea of Phantoms, en los que intervienen Thom Burns, Stephen Locke, Jhim Pattison y Byron Baker:
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Gilles Brenta, uno de los últimos exponentes del surrealismo belga, expone hasta el 21 de diciembre sus “Sabotajes” en la galería Loin-de-l’oeil, Gaillac.

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Hasta el 29 de noviembre, tiene lugar esta exposición de Marie-Laure Missir, quien pocos días después abre otra de collages en la galería L’Ivre d’Art de Bécherel.


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Year of the Quiet Sun es una edición limitada de tres collages de Ludwig Zeller, en una forma novedosa de imprimir a mano (“letterpress”), al cuidado de Deborah Barnett, de Someone Editions, y Beatriz Hausner.

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Una semblanza muy rica, incluso definitiva, de Suzanne Césaire aparece en el n. 13, fase II, de A Agulha. Su autora es Laurine Rousselet, quien ha hecho un trabajo espléndido.

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El libro sobre Jan Krizek elaborado por Anna Pravdová y Bertrand Schmitt, con 349 páginas y 559 reproducciones, ya tiene una edición francesa: Jan Krizek “Chez moi, l’homme ne doit jamais disparaître” (frase respuesta a la dictadura abstraccionista de los años 50). Buena noticia, ya que la edición checa me fue imposible conseguirla en su día.

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El volumen 20 de Dada/Surrealism (revista ya completamente alejada de su viejo y rancio antisurrealismo natal) se centra en la vanguardia y el surrealismo rumanos. Por momentos viene a ser como una versión anglosajona de “Infra-noir”, un et multiple. Un groupe surréaliste entre Bucarest et Paris, 1945-1947, ya reseñado aquí. Hay algunos inéditos, trabajos sobre todas las figuras del grupo, el clásico de Édouard Jaguer sobre Jules Perahim, un ensayo de Krzysztof Fijalkowski sobre las cubomanías, etc.
En cuanto a Gellu Naum en el año de su centenario, se le ha dedicado también el vol. IX, n. 2 de la revista Hyperion.

martes, 17 de noviembre de 2015

El festín de imágenes de Jean-Pierre Paraggio

En efecto, como lo señala Joël Gayraud en el texto que abre el catálogo de la exposición de Jean-Pierre Paraggio en Seix (Ariège), y que titula “Visión en el coral”, “hace ya casi treinta años que, de exposiciones en publicaciones, Jean-Pierre Paraggio ofrece a nuestras miradas el festín siempre suntuoso de sus imágenes”.
Este catálogo “permanente” de la Collection de l’umbo celebra esas tres décadas no solo de imágenes suyas, sino de incontables publicaciones y ediciones que han sido lugar de encuentro de tantas voces que tienen algo significativo que decir, muchas veces muy cercanas al surrealismo, o del propio surrealismo. Al final hay una lista de exposiciones personales, otra de exposiciones colectivas y una tercera bibliográfica. La primera se abre en 1990, con una muestra de collages prolongados en París, continúa en 1994 en la Galerie Hourglass, al calor de la actividad de Peter Wood (actividad tan generosa como la del propio Jean-Pierre Paraggio), y prosigue hasta llegar a la de ahora, “¿Y la luna, como es que se sostiene?” En las colectivas, hay algunas del área surrealista, como “La marelle des révoltes”, que tuvo lugar en el local de la CNT en París en 1995, con el “Grupo de París del Movimiento Surrealista”; la internacional del surrealismo en Pilsen y Praga en 2000; “El reverso de la mirada” en Coimbra, 2008; “Otro aire” en Praga, 2012; la de L’Or aux 13 Îles en París, 2013; y “La caza al objeto del deseo” organizada por la Liaison Surréaliste à Montréal”, en 2014. En la bibliografía, en fin, aparecen más de veinte publicaciones, acompañando textos de Pierre Peuchmaurd, Anne-Marie Beeckman, Jean-Yves Bériou, Marie-Dominique Massoni, Joël Gayraud, etc.
En este catálogo (dedicado “a los grandes transparentes: Bosch-Brueghel, Giorgio de Chirico, Max Ernst, Fred Deux...” y custodiado por citas entre otros de Breton, Artaud, Mabille, Gilbert-Lecomte, Blake y Maldoror...) hay textos de Joël Gayraud, Roberto San Geroteo, Julien Starck, Claude Barrère, Mauro Placì, Guy Cabanel, Régis Gayraud y Laurent Albarracin.
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Es bueno recordar que Jean-Pierre Paraggio saca siempre (aunque ahora de modo solo digital) las preciosas hojillas de actualidad Soapbox, y que basta con solicitarle el envío a su correo. La última, número ya 39bis, canaliza el apoyo a la gruta de Malokoff que, a raíz de su deslumbrado descubrimiento del Palacio Ideal en 1992, comenzó a edificar cinco años después Jean-Michel Chesné y que aparece ahora amenazada por otro de esos nauseabundos emprendimientos urbanísticos que siguen liquidando el territorio.

Breton en acción


El amplio catálogo de los museos de Estrasburgo sobre Tristan Tzara incluye esta soberbia foto en que vemos a André Breton irguiéndose contra la bufonada estalinista de Tristan Tzara en su conferencia sorbonesca de 1947 “El surrealismo y la postguerra”. En uno de los varios textos del catálogo encaminados a elevar a los altares la figura del “patriarca apestoso”, que es como Ghérasim Luca calificó al Tzara de aquellos años, hasta se lo quiere presentar como el pobre Tzara que se vio solo al alejarse tanto de los surrealistas como de los existencialistas, como si se pudiera comparar entonces la audiencia de estos con la de aquellos, y más aún, como si no se hubiera agazapado lo mejor posible en el poderoso partido al servicio de Stalin, donde permaneció incluso cuatro años después de que lo entristeciera el aplastamiento de la revuelta húngara.
En la mesa, con caras largas, el “patriarca apestoso” convive con Jean Cassou, académica pero al menos no tan detestable compañía como la del infame Pablo Neruda, con quien lo vemos muy ufano en otra de las fotos. Y entre el público se encuentra Sarane Alexandrian, que ha dejado en L’Aventure en soi un hermoso retrato del evento, en que Breton lo entusiasmó tanto como para abrazar de inmediato el surrealismo, al que permanecería siempre fiel. Como no hay en este volumen ninguna referencia a Alexandrian (ni, por lo que respecta a los rastreros ataques de Tzara, al grupo surrealista de La Main à Plume, que sumó en sus filas ocho víctimas mortales de los nazis), voy a reproducir aquí sus páginas, que no tienen desperdicio.





En los fatídicos preámbulos autoritarios que lleva este tipo de publicaciones, nos encontramos con su excelencia el señor alcalde de Estrasburgo diciendo que “Breton excluyó varias veces a Tzara del movimiento”, como si ni fuera posible corregirles a estos personajillos este tipo de burradas. Pero de resto Tristan Tzara. L’homme approximatif, coordinado por Serge Fauchereau, es un volumen muy rico y completo sobre esta figura, no dejando ni un aspecto de su obra y biografía sin explorar.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Los espectros de Raman Rao


Un año después de Accidental windows, Raman Rao nos brinda Spectra, que se presenta como una publicación de fotografías propias, a la que seguirán otros números (este es el n. 0).
En Extinción, una de las obras más demoledoras de Thomas Bernhard, Franz Josef Murau califica a la fotografía como “la mayor desgracia del siglo XX”, por su “deformación definitiva de la Naturaleza y del hombre que existe en ella, convirtiéndolos a ella y a él en su caricatura perversa”. Murau tuvo la suerte de no llegar al siglo XXI, en que un ejército de alelados ametralla la superficie entera del albaricoque terrestre las 24 horas del día y en que el ideal parece ser que no quede imbécil en el mundo que no se dedique a fotografiar (o filmar, que lo hace la misma maquinita) sus propias imbecilidades. El fenómeno, exacerbado por la universalización del turismo, es tan descorazonador como el del deporte, que ya hasta invade las aceras de las calles, cuya función antigua era caminar por ellas –tan descorazonador como para llevarme, hace una decena de años, a desembarazarme de la cámara tras tres lustros de fascinados registros portugueses.
Pero nada de esto es aplicable al trabajo solitario y ensimismado que llevan a efecto un puñado de espíritus en estado de inspiración poética, entre los cuales algunos surrealistas, y entre estos, con un vigor, un ritmo interior y una originalidad que nadie excede, Raman Rao. Los veinte espectros que ahora muestra no tienen desde luego nada que ver con las apariencias actuales. En la línea de Accidental windows, surgen figuras de los muros, las rocas, los líquidos espesos, a veces tras un velo inquietante, pero ahora hay también sombras y superposiciones, y las formas espectrales, en que se adivinan cuerpos, rostros, ojos, patas, máscaras, sexos femeninos, monstruos, emanan de troncos, montañas, piedras, grutas, arenales, lugares abandonados... Estos seres fantasmales se insertan en un paradigma que recorre Les mystères de la chambre noire, donde a Édouard Jaguer, que dejaba abierta en la fecha de publicación su antología del surrealismo y la fotografía, hubiera entusiasmado incluir algunas de las fotos de Raman Rao.
Las fotos de Spectra provienen de un estado de hiperlucidez, y de ahí su poderío onírico y su condensación enigmática. Solo acompañan  sus páginas unos versos de In the arms of the honey eaters de Jhim Pattison, cofrade de Raman Rao en Mal Occhio, y la frase “Entertainment is the death of love”, que lo dice todo acerca de la distancia absoluta tomada con el espantoso reino de la banalidad baja y cobarde en que las sociedades occidentales han desembocado. Los versos de Pattison, que nombran “los delirios de Lautréamont”, se enfrentan a una de las más bellas fotografías de Rao, con un velado cuerpo femenino doble, suerte de “desnudo lento” de adorable sinuosidad serpentina en que el rostro también aparece maravillosamente velado, pero por las propias manos y brazos, del cuerpo emergiendo un rostro turbador. Otra antológica foto acompaña la citada frase, con la sorpresa de aparecer en su parte superior el sombrero blanco con cinta negra del conocido collage con foto-gráfico y foto coloreada que hizo Jindrich Heisler en 1943 (el “foto-gráfico” es una variante checa del fotograma, y Raman Rao titula así sus fotos). Es una pena que las dimensiones de estas dos imágenes me impidan reproducirlas.u
Spectra es otra contribución espléndida de Raman Rao al cosmorama surrealista. Distribuido por Blurb.com, puede verse o descargarse en https://www.dropbox.com/s/pmotjkw4d6ay0nx/Spectra.pdf?dl=0

Miscelánea

Ya se ha publicado el n. 4 de los Cahiers Benjamin Péret. Con la calidad de presentación que lo distingue, incluye un formidable dossier titulado “El Brasil de Benjamin Péret”, imprescindible a partir de ahora si se quiere conocer bien la relación esencial mantenida por Péret con aquella geografía y aquella cultura. Completan este número, por lo que a material destacado se refiere, una recopilación de textos sobre Saint-Cirq-Lapopie, dos cartas de Maurice Heine a Benjamin Péret que permiten una bella semblanza del estudioso de Sade por Georges-Henri Morin, un muy rico estudio de Jerôme Duwa sobre las fotos etnográficas de Péret (encajable también en la sección brasileña), otro de Gaëlle Quemener sobre los paralelos poéticos entre Péret y Georges Henein y otro de Jean Bazin sobre las cajas de Gilles Ghez.
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Murió hace pocas semanas Guy Flandre, quien en 1988 fundó con Peter Wood, Claudette Lucand y Óscar Borillo The Hourglass Association, con muchas ediciones, exposiciones y otras actividades a lo largo de la docena de años siguientes. Guy Girard, que lo conoció en el momento de unirse al grupo surrealista parisino, lo evoca como “una persona discreta pero calurosa con sus amistades, que tenía una bella colección de arte oceánico y surrealista (con algunos Toyen) y al que era siempre un placer rendirle una visita”.
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Los días 26, 27 y 28 de noviembre tendrán lugar en Famalicão los IX Encontros Mário Cesariny. Incluyen la proyección del documental de Perfecto E. Cuadrado sobre Cesariny y el lanzamiento de dos publicaciones: António Maria Lisboa –lembrança e homenagem (n. 14 de los Cadernos de Estudos do Surrealismo) y Um sol esplendente nas coisas, Alberto de Lacerda, Mário Cesariny.
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Anotamos hace un par de semanas la aparición del n. 12 de Agulha, sin reparar en que se nos había escapado el 11, también con importante material sobre el surrealismo, empezando por una breve (aunque no actual) entrevista a J. K. Bogartte, quien ilustra con sus invenciones admirables todo el número. Lamentablemente, las preguntas de una tal Judith Moriarty (el apellido tiene que ser pura coincidencia) no están a la altura, como cuando califica las imágenes de Bogartte como “tristonas y condenadas”, lo cual le rechaza el propio entrevistado.
Otra entrevista, a Enrique Molina, es bien conocida. Como ocurre en todas las que se le hicieron cuando era ya un poeta tan consagrado como para presidir los jurados de redacción juvenil de la coca-cola, desbarra desde el principio, aquí con necedades sobre lo que llama con desprecio el surrealismo “francés”. Y uno no puede sino rugir como un banco de cachalotes macrocéfalos que combaten entre sí por una hembra preñada.
El surrealismo portugués es objeto de un trabajo sobre el teatro y de otro sobre la conflictiva relación entre Luiz Pacheco y Mário Cesariny, este por António Cândido Franco. Luiz Pacheco me pareció siempre un energúmeno que no me daba señales de ningún impulso ascendente, sin los cuales yo no puedo sentir interés por nada ni por nadie, y para entender la confrontación con Cesariny, llena de menudencias, había que estar en el ajo. El problema no era ese, sino que aquel ajo no resultaba apetecible, o sea, que todo aquel intrincado entramado de trapos sucios en que no parecía jugarse nada esencial no justificaba el gasto de energía que requería entenderlo. Debido a eso, por su carácter resumidor y aclaratorio, creo que acaba valiendo más este artículo de António Cândido Franco que toda esa larga y tediosa polémica entre Cesariny y Pacheco. El investigador a quien ya tantísimo deben los estudios sobre el surrealismo portugués, celebra la violenta polémica por haber sido capaz de decir cada uno lo que le parecía, sin traba alguna, en una época de general amordazamiento. En este sentido, pero creo que en ningún otro, sí que se podría considerar, aunque tampoco estoy seguro de ello, una polémica ejemplar.
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La revista Midi-Pyrénées Patrimoine dedica a las “huellas meridionales del surrealismo” su n. 43, noviembre de 2015. El sumario no puede ser más sugestivo, ni comenzar de mejor modo, ya que se ocupa de un grupo surrealista constituido en 1933 en Tolosa, llamado “Trapèze volant”. Luego hay textos sobre el refugio sureño de los surrealistas entre 1940 y 1945, sobre Artaud, Ferdière y Delanglade en Rodez, sobre Breton en Saint-Cirq-Lapopie, sobre Raymond Borde, sobre Adrien Dax y sobre Carcasonne y Joë Bousquet. En fin, por situarnos en la actualidad, Guy Cabanel interviene para afirmar rotundamente: “Creo en la permanencia del surrealismo”, que en su caso nada tiene que ver con la memez del surrealismo “eterno”. De Cabanel y Robert Lagarde hay un inédito de título “Miradas cruzadas”. Sin duda, habrá que mirar con calma las encrucijadas de este número muy especial de Midi-Pyrénées.
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En la Fundación Joan Miró, hasta el 17 de enero se celebra la exposición “Miró y el objeto”. Y en la Galerie 1900-2000, hasta el 19 de diciembre, una amplia muestra de cadáveres exquisitos y juegos surrealistas.
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La colección de Jean-Michel Place “Le cinèma des poètes” ha publicado recientemente Aragon et le cinéma (por Luc Vigier) y Brunius et le cinéma (por Alain Keit). Esperemos que el segundo no incurra en las detestables chorradas que sobre esta gran figura del surrealismo vomitó en sus libros el doctor Jean-Pierre Pagliano.
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En el n. 4 de los Cahiers Benjamin Péret hay una curiosa sección titulada “Documentos”, que parece más bien una especie de Cahier Jean Schuster dentro de los Cahiers Benjamin Péret. Uno de los “documentos” (¿?) es el ataque de Jean Bazin y Jerôme Duwa a Alain Joubert y su excelente reseña de las magníficas memorias surrealistas de Radovan Ivsic. Jerôme Duwa continúa aquí su tan incansable como inútil canonización del más famoso empresario de pompas fúnebres de la historia del surrealismo, cuya flácida obra y triste figura a nadie interesan fuera del restringido círculo parisino del historicismo surrealista. Bazin/Duwa acusan a Joubert de manipular la historia, pero lo que sí es manipular la historia es afirmar una continuidad entre el Schuster de la era Breton (un Schuster que aún en 1966 aludía a “la tendencia común a todos los enterradores: limitar históricamente el surrealismo” y a “la peste de todo lo que puede limitar históricamente el surrealismo”) y el siniestro personaje en que se convirtió después, al modo de lo acontecido, por ejemplo, salvas las distancias, claro está, y empezando estas por los bellos tiempos de cada uno, con un Louis Aragon.
Otro “documento” es uno de los típicos mini-textos de M. Courtot. Como siempre que uno lee a este viejo autor cómico, se pregunta cuántos renglones tardará en aparecer la gran obsesión de su vida, o sea esa mágica extinción en 1969 nada menos que del “movimiento surrealista”: en este caso los renglones son 21. Al final, a partir de una cita de Benjamin Péret completamente circunstanciada (y contradicha por el resto de su vida, que transcurrió dentro del más acrisolado surrealismo), incluso lo hace cómplice de los sepultureros del 69. ¿Quizás hasta habría auspiciado Benjamin Péret en 1982 la creación de aquella inverosímil Asociación para la Cultura, Tecnología, Urbanismo, Artes y Letras (¡!), fundada por el sargento Schuster y sus cabos de guardia para poder vivir a costa de la custodia del cadáver del surrealismo? Qué desfachatez, aunque deba reconocerse que medio siglo repitiendo la monumental mentira de que en 1969 acabó el movimiento surrealista lo hace merecedor, como mínimo, de la Legión de Honor.
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Jean-Claude Charbonel,
Kachina armorigen
Pero ni siquiera en los circunspectos Cahiers Benjamin Péret deja de irrumpir el surrealismo post1969, más aún: el surrealismo 2015. En una preciosa comunicación, Jean-Claude Charbonel, uno de los grandes artistas del surrealismo que prosigue (para desazón de los enterradores, intervenía hace solo un año en Ce qui sera/What will be/Lo que será, “Almanaque del Movimiento Surrealista Internacional”), refiere cómo, a partir de la conocida descripción peretiana del castillo de lo maravilloso, identificado con la cabeza de las kachinas hopis, decidió, con objetos encontrados en las arenas oceánicas, realizar una kachina armorigen. “Concluí el montaje por la cabeza en forma de yelmo sobre la cual fijé, a la manera de las alas de un casco galo o de caballero, los dos fragmentos de un corcho de red de pesca. Solo entonces reparé que el corcho tenía inscritas dos letras, seguramente las iniciales del pescador a quien había pertenecido la red: una B y una P invertidas”.
Preciosa, fascinante comunicación, y verdadero “documento”.

martes, 3 de noviembre de 2015

Rik Lina y las texturas de la imaginación

Rik Lina/Mário Cesariny, Pintura automática colectiva, 2001

La exposición de largo aliento y duración que Rik Lina celebra en Famalicão –“Rik Lina. Texturas da imaginação”– ha generado un buen catálogo del Centro de Estudos do Surrealismo de la Fundação Cupertino de Miranda. Perfecto E. Cuadrado, coordinador del Centro, lo abre con un texto, “La piel al borde del abismo”, que funciona como óptima presentación, mientras que Laurens Vancrevel, con “Los dominios privilegiados de Rik Lina”, vuelve a ocuparse de un artista al que conoce mejor que nadie, en este caso trazando la relación de Rik Lina con Brumes Blondes desde la explosiva exposición “Sol negro/Flor de revuelta” (1969), con los azares que propiciaron el encuentro, así como ocupándose de la conexión portuguesa, en particular por la amistad con Cesariny y Cruzeiro Seixas, anunciadora del final establecimiento en la zona del Cabo Mondego.
Del propio Rik Lina hay un escrito, “La paleta de la profundidad”, sobre el color, que concluye con estas palabras: “El pintor de hoy tiene la opción de escoger entre ajustarse a la insipidez de la sociedad moderna y usar su fuerte paleta (pero superficial y limitada, adaptada a las demandas de los media modernos) u orientar una vez más sus trabajos a los colores vivos existentes en la naturaleza y desarrollar su paleta personal con los nuevos matices y tonalidades naturales”. Pero además hay una entrevista con António Gonçalves, director artístico de la Fundación, que traduzco más abajo.
El catálogo presenta obras de los años 60 hasta el inicio del nuevo siglo y lo entrecortan poemas de Laurens Vancrevel, Aimé Césaire y Erik Lindner. Incluye Retrato de Mário, Artur’s jungle, Hot mountain’s –homage to Mário Cesariny y una pintura automática realizada con Cesariny, lo que dice bastante acerca de la estrecha amistad y colaboración artística entre estos tres nombres cimeros de la expresión plástica surrealista. Como ilustraciones de esta nota, he elegido la pintura automática con Cesariny, Multiversum y Little red rooster, este por fundir mi vieja afición a los gallos finos (aunque se trate aquí del no menos belicoso quíquere) con la igualmente añeja de los blues (Little red rooster es un muy conocido blues de Willie Dixon, con infinidad de versiones entre las cuales la primera y mejor la de Howlin’ Wolf). Pero igualmente podían haber ido El planeta rojo, Danza solar, Visión de la estrella de mar, La visión de un tronco, Sepias, El zepelín, Bardo, Piedra cósmica, La noche de la ola, Echa a volar una cometa, alguno de los frottages reproducidos al comienzo del catálogo, cualquiera de los grafitos de la serie Espuma ardiente o cualquiera de las acuarelas y aguadas de la serie de las montañas. Obras, todas, espléndidas.

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Amsterdam es la primera ciudad donde se instala para estudiar y donde viene a vivir y trabajar. De ahí parte para los viajes y para habitar otros lugares, pero ahí vuelve siempre. ¿Qué lo liga a Amsterdam? ¿Esta ciudad influenció su obra?
–No fue solo Amsterdam. Crecí en cuatro ciudades (Maastricht, La Haya, Rotterdam, Amsterdam), y por eso la vida metropolitana tuvo su influencia, pero también pasé toda mi juventud en la naturaleza, en el agua, que está por todos lados en los Países Bajos; andaba en barco por los lagos, por el litoral, y exploraba los bosques de Limburgo. Me siento en casa en las dos selvas: la ciudad y la floresta.
Incluso antes de estar en la academia de artes (1961-1965) yo ya pintaba, y también viajaba; Francia, España y Turquía me influyeron directamente. En el sur, reconocí los colores de mis sueños. En 1965 recorrí el Mediterráneo, todos sus países, con Elizé, haciendo dedo.
Rik Lina, Little red rooster, 1968
¿Es en Amsterdam donde tiene lugar su incursión en el movimiento surrealista?
–Cuando me uní a la revista surrealista holandesa Brumes Blondes, mi amigo el poeta Laurens Vancrevel me puso en contacto con el movimiento Phases, fundado por el crítico de arte y poeta Édouard Jaguer; Mário Cesariny y Artur do Cruzeiro Seixas también pertenecían a Phases.
El jazz y la poesía son también dos áreas donde desarrolla su trabajo; ¿cuál es la ligazón con su obra plástica?
–Para mí no hay pintura sin poesía y sin jazz. Como decía mi amigo el poeta Ted Joans, “el jazz es mi religión”. Pienso que la mayor parte de la pintura es conceptual o planeada, apenas tocando la poesía lateralmente... Para mí, como pintor automático, la poesía es esencial, es lo más importante. Yo ya era un pintor automático antes de contactar con los surrealistas, puesto que me interesaban mucho las formas de pensamiento del Extremo Oriente, como la pintura zen, donde pintura y poesía son la misma cosa.
Viajó mucho y desde muy joven, un descubrimiento que lo llevó a establecerse por largos periodos en otros lugares, como el sur de España o el norte de África. ¿Qué lo condujo a estas experiencias y cómo se reflejaron en su pintura y su dibujo?
–El deseo de un contacto con otras culturas, la libertad de escoger elementos de diferentes culturas y modos de pensamiento, de poder olvidar mis antecedentes y ligarme a personas completamente diferentes, tanto en términos sociales como artísticos, pues para mí la experiencia artística colectiva es muy importante, casi tanto como mi vida personal de pintor. Me gusta mucho traer la alegría y el entusiasmo de la música colectiva, como en el free jazz, a la experiencia pictórica; siempre estoy buscando maneras de organizar esa posibilidad.
Al vivir en una isla y con la práctica submarina, descubre otro mundo que no estaba a nuestro alcance. El color va a aparecer con una fuerte vivacidad. ¿Puede hablar de esa experiencia y de cómo ella invade su proceso creativo? Aparte de eso, algunas experiencias con LSD permitieron unas cuantas resoluciones en las experimentaciones que realizaba; ¿eran “mundos” nuevos que se abrían?
–Cuando comencé a bucear, en 1975, descubrí mundos totalmente nuevos y surreales; todo era completamente diferente de nuestra experiencia. Todas las formas y colores, todos los tipos de crecimiento, movimiento, gravedad, presión, etc., todo es totalmente diferente, aunque algunos aspectos me recuerden experiencias psicodélicas pasadas. Claro que todo eso influyó fuertemente en mi manera de pensar y trabajar... ¡Tuve que volver a comenzar a partir de cero! Una de las cosas más importantes era el equilibrio ecológico de toda la naturaleza, algo que nunca tenía sentido antes, pero que se hizo tan claro para mí en ese momento... la idea de que todo, vivo o muerto, animado o inanimado, es interdependiente, como si todo estuviera ligado por líneas invisibles. ¡Todo eso está ahí! Son cosas que pueden realmente ser vistas debajo del agua –algo que también observé más tarde, al trabajar en las florestas subtropicales.
¿Cómo llega al surrealismo portugués? ¿Con qué autores portugueses estableció contacto?
–Como dije anteriormente, el contacto se hizo a través de mi amistad con los artistas ligados a Brumes Blondes y al movimiento Phases. Comencé a leer poetas y escritores portugueses y brasileños. Artur do Cruzeiro Seixas y Mário Cesariny me visitaron en Amsterdam y nos mantuvimos en contacto a través de cartas y del intercambio de piezas artísticas. Por ejemplo, Artur y yo nos mostrábamos siempre el uno al otro las experiencias que estábamos haciendo. Nos convidábamos mutuamente para exposiciones colectivas en Portugal y en los Países Bajos.
¿Cómo define aquellos años en las relaciones de los artistas en el movimiento surrealista que se extendía por el globo?
–Tras la muerte de André Breton, el grupo surrealista decidió pasar a una existencia “subterránea”, lejos de las candilejas del mundo artístico oficial. En ese mundo artístico de la “moda”, casi todos parecen pensar que el surrealismo ya no existe, cuando, al contrario, se encuentra más activo que nunca. Los surrealistas no se interesan por el mundo artístico moderno porque hay pocas cosas interesantes que acontezcan en él. Lo que más hay son infinitas repeticiones de invenciones dadaístas... como el conceptualismo, que es el academicismo moderno, guiado por motivos comerciales. Por lo demás, incluso en el pasado las relaciones entre el arte y el surrealismo fueron siempre muy nebulosas... había unos surrealistas que hacían arte, y unos artistas que se hacían surrealistas. Continúa siendo así.
En Holanda, y particularmente en Amsterdam, como se desarrollaba el trabajo del grupo?
–Nunca hubo actividades de grupo oficiales en los Países Bajos, solo relaciones amistosas entre varias personas, pero la revista holandesa Brumes Blondes era internacional y usaba muchas lenguas diferentes; su última publicación importante, que apareció en 2014, Ce qui sera/What will be, no contiene ni una palabra en holandés. Mi revista internacional Droomschaar, publicada en los inicios de los años 90, contenía textos en cuatro lenguas, y nuestro grupo CAPA (Collective Automatic Painting Amsterdam) colaboraba con pintores de todo el mundo.
El dibujo y el grabado tuvieron en estos años una fuerte presencia en su trabajo, en tanto base experimental que luego se integraba en la pintura. ¿Esta práctica le da la libertad que defiende como artista?
–Dibujo desde que me acuerdo –mi madre me contó que, de pocos meses, garabateaba la pared con mi mierda... ¡bella metáfora para el arte de la pintura! El noble arte alquímico de la litografía (me refiero al trabajo con placas litográficas, a semejanza del gran maestro artista gráfico Odilon Redon, no a las técnicas de offset y digitales que hoy usan ese nombre), estudiadas en la academia, habrá sin duda dejado su marca en mi modo de pintar: constante experimentación, meditación alquímica y repetición ritual de técnicas automáticas.
Sus viajes continúan y decidió en los últimos años pasar a tener un estudio en Portugal, en el Cabo Mondego. ¿Qué lo hace vivir por aquí?
–Después de muchos años viajando y buceando, decidimos establecernos en Portugal, en la costa salvaje y rocosa del Cabo Mondego, donde tengo ahora mi segundo estudio, tras el de la mágica ciudad de Amsterdam... Además, iniciamos con un grupo de jóvenes poetas y pintores surrealistas la actividad colectiva Sección Cabo Mondego, para traer un fuego surrealista a esta fascinante y viva escena artística en Portugal.

Rik Lina, Multiversum, 1969

Nuevos poemas en escalera

Una nueva tanda de poemas en escalera ha publicado el Grupo Surrealista de París, ahora con el título de Le myriapode intermittent.
Recordemos el procedimiento de este juego: mientras que se va hablando en la tertulia del café, una hoja circula, escribiendo cada participante tres versos (“tres líneas que siguen un camino tortuoso / hacia la luz de las estrellas apagadas / antes de zambullirse en el abismo de un punto y coma”), a los que añade el siguiente otros tres, pero solo pudiendo ver el último de los anteriores. El título se obtiene con algunas de las palabras que aparecen al principio o al principio y al final. A los doce poemas anteriores se suman ahora dieciséis, de nuevo en la más pura tradición de espontaneidad lúdica del surrealismo, con un resultado cercano a la poesía de Benjamin Péret. Visitantes que se incorporan ahora al miriápodo son Krzysztof Fijalkowski, Sarah Froidurot, Régis Gayraud, Sophie Philippe, Michael Richardson, Mayorie Rouveyrol y Bertrand Schmitt.
Con regocijo, en el momento en que acabo de conseguir dos Fantômas posteriores a la saga clásica, o sea de los solo escritos por Marcel Allain, veo reaparecer al Maestro del Terror al final del poema “El do mayúsculo”: “De repente la montaña se partió en dos, dejando / abierta la fisura reluciente, el antro secreto. / El hombre avanza prudentemente en la sombra. / ¡Es Fantomas! Normalmente, él no es / tan prudente puesto que es él quien dirige / la danza y el corazón ofrece al cielo / las flores de la muerte del borde del camino, / sueño de la libélula que se posa sobre la lámina / del cuchillo con el cual yo he degollado al profeta / esa noche, sobre la playa de Copacabana, / mientras que Saint Pol Roux escribía su más bello poema”.
En el poema anterior a este, “El mar se manda a mudar”, hay una alusión a “los brazos de Alicia”, que nos evoca el libro publicado el año pasado en Dark Window Press Alice, the looking glass threw, resultado de otro juego colectivo, aunque en este caso a través del correo y con collages y collages-pinturas. También cercanamente, tenemos las colaboraciones del grupo Cornucopia, de nuevo con el resultado de un poeta/artista que suma las energías colectivas.
En la ilustración de la portada, quizás de Pierre-André Sauvageot, vemos el interior mejorado del Café L’Éscalier, donde bien nos gustaría entrar a tomar un oporto o una absenta en otra de esas sesiones intermitentes de escritura colectiva.
“Las O de las noches no encuentran nunca / las A de los días”.
contacto: guy.girard10@sfr.fr

Flauta de luz

Flauta de luz, n. 3, pintura de Tiago Mourato
Había decidido no volver a leer las revistas de crítica social, un poco harto de la estupidez que a veces aflora en ellas, y llenada la cachimba cuando en una de las españolas me encontré con un ataque al surrealismo lleno no sé si de mala fe o de ignorancia, a partir de las caducas ideas de Hans Magnus Enzensberger, bien nutridas de estalinismo. Pero como la revista portuguesa Flauta de Luz, “boletín de topografía”, me ha publicado el fragmento central de Lusitania fantasma (con mucha generosidad, ya que no acabo de ver la utilidad o sentido de ese texto una vez desgajado de su contexto), no he dudado, al haberla recibido, en leerla de cabo a rabo, y con enorme satisfacción, pareciéndome muy por encima de otras congéneres españolas y francesas que conozco. Téngase en cuenta, además, que viene auspiciada por Júlio Henriques, un nombre que sí sabe lo que es el surrealismo y que ha mostrado interés, por ejemplo, hacia la obra de Benjamin Péret.
La primera sorpresa de este número tercero es la importancia concedida a las culturas amerindias y “primevas” en general (el sumario del próximo número muestra que va a seguirse por ese fecundo camino). Llamo la atención sobre las dos pinturas de Teresa S. Cabral, una titulada Trashumancia y la otra Homenaje al pueblo jawara (“Cuando en diciembre de 2004 ocurrió en el Océano Índico el maremoto seguido de terremoto en que murieron más de 230 mil personas en catorce países, los jawara, habitantes de las islas Andamán, en la India, gracias a sus conocimientos ancestrales no perdidos, salieron a tiempo de las zonas costeras para refugiarse en el interior” –¡abismal contraste con la imagen televisiva de un idiota turista que avanzó por la playa dispuesto a fotografiar la inmensa ola que lo haría añicos!), ya que me parecen señalar las dos vías sin las cuales no hay ni podrá haber nunca proyecto alguno de una sociedad mínimamente digna: esas culturas “primevas” y las viejas y admirables sociedades comunitarias en las que, por cierto, la tierra portuguesa era tan rica, empezando por las retratadas en los libros de Jorge Dias: Vilarinho das Furnas y Rio de Onor.
El artículo de Georges Lapierre “Cosmogonía india y pensamiento occidental”, al hablar de las comunidades indígenas mejicanas, hace pensar precisamente, de inmediato, en esas sociedades portuguesas. Pero también, cuando Lapierre dice que hizo su “revolución copernicana” a raíz del descubrimiento de que la verdadera crítica de la actividad capitalista no viene del interior del mundo dominante, sino de su periferia, no repara en que eso lo sabía ya Antonin Artaud, quien en los años 30, al visitar Méjico, dejó dicho con toda su contundencia: “Sé que la existencia de los indios no corresponde al gusto del mundo de ahora; sin embargo, en presencia de una raza como los tarahumara, comparando podemos sacar la conclusión de que es la vida moderna la que está atrasada con respecto a algo y no los indios tarahumara con respecto al mundo actual”. Lo mismo puede decirse del ensayo de David Watson “La anarquía y lo sagrado”, ya que lo que él llama “avances decisivos ocurridos en la literatura antropológica en los últimos años” se encuentra ya implícito en los viejos propósitos artaudianos. Este ensayo señala el carácter obsoleto del positivismo racionalista anarquista, aunque reprochando también las tendencias pagano-espiritualistas que aparecen en el otro extremo (de los primeros dice que “no consiguen imaginar el carácter sagrado de la propia tierra que pisan; necesitan salir de casa al menos un año, ir para los bosques y leer algunos libros sobre los pueblos primevos”, y de los segundos que deberían tener en cuenta “los problemas de carisma, identificación emocional y dominación, tanto como la miriada de movimientos espirituales fascistas seguidores del paganismo y socialmente quietistas que hay en Estados Unidos y en Europa”). Ofrece este ensayo –magnífico, y concluyendo con una cita de Alce Negro– el interés añadido de señalar los dislates cientificistas de Bakunin, Proudhon y Kropotkin. Como no soy un estudioso de la obra de Bakunin, desconozco cuándo señaló los peligros del poder científico y dijo aquello de que “la ciencia tiraniza la misma realidad, con sus conceptos disecados, aplastando la vitalidad del espíritu humano y su espontaneidad creadora”, o sea si fue antes o después de que escribiera esto otro: “Reconocemos la autoridad absoluta de la ciencia. Fuera de esta única autoridad legítima, legítima porque es racional y está en armonía con la libertad humana, declaramos todas las otras autoridades falsas, arbitrarias y fatales”. Y en cuanto a Kropotkin, dirá en su Llamada a la juventud: “La acumulación de verdades científicas ya no puede cuestionarse. La ciencia tiene que dejar de verse como un lujo, pasando a ser la base de la vida de todos los hombres”. Este tema de la ciencia lo aborda también el texto de Alessandro Pozzan “Filosofía ambiental”, donde al hablar de la ciencia en sus últimos avatares no veo ni rastro de esa “nueva ciencia” de que se jactan algunos surrealistas que quizás hasta sueñen con una revista de título Le Surréalisme au service de la Science. Mejor sería, por ejemplo, leer la admirable obra de Arne Naess Ecology. Community and lifestyle, a que tan oportunamente alude Pozzan.
Una verdadera maravilla, que muestra cómo la poesía nunca puede ser olvidada en este tipo de proyectos, y que ya de por sí hace esta revista valiosa para el surrealismo, es la muy bella selección de poemas “Para una antología de la poesía amerindia contemporánea”, realizada y traducida por Fernando Gonçalves y Júlio Henriques. Emocionantes son, en especial, los poemas “Día de Colón”, de Jimmy Durham, “Cantares de los indios en la América del siglo XX”, de Gail Tremblay, y “Acoma”, de William Oandasan.
También pensé en el surrealismo al leer la entrevista a los autores de El libro negro del deporte, ya que, cuando comentan que la crítica al deporte solo se ha hecho desde mediados de los años 70, hay que señalar cómo el extraordinario texto de Radovan Ivsic en el catálogo de “L’Écart Absolu” data de 1969 (y el colosal Objeto de Jindrich Heisler, de 1943, reproducido en La Brèche en 1965). A este muy útil libro aludí yo en su momento, considerando que incluso se quedaba corto por lo que se refiere a la negrura del atroz y galopante fenómeno descrito. En cuanto a la entrevista, es de lamentar el habitual final a lo Doctor Pangloss y que a los autores les falten agallas (o lucidez) para dejar de una vez de “respetar” ese peso muerto y nefando que es “la civilización clásica y sus valores”. Lo mismo se advierte en el artículo “Tripalium” de Paulo Barreiros, no conciliándose lo que dice sobre Grecia y Roma al principio con los lamentables “respetos” que manifiesta al final por “los filósofos griegos de la Antigüedad”, por su “razón” que dio “origen” a la “ciencia”.
Flauta de Luz aún conecta con el surrealismo al traducir el inicio de la última novela, ya inacabada, de Albert Cossery, que fue miembro del grupo Arte y Libertad con Georges Henein y sus amigos. Debe referirse que toda la obra de Cossery se encuentra traducida al portugués.
Este número tan rico se abre con una cita de Lewis Mumford sobre la megamáquina del mundo moderno, comparada a las pirámides faraónicas, cita que acaba con estas palabras: “Los milagros efectuados por el sacerdocio tecnocrático son verdaderos, pero son espurias sus pretensiones de divinidad”. Espléndida, magistral, es la introducción de Júlio Henriques, con una lista de las instancias que constituyen el conformismo: televisión, internet, juegos (del fútbol a los de azar), turismo, festivales de música, el “moderno cine indigente”... Sigue la crítica de un libro sobre el 25 de Abril escrito por una ex trotskista acomodada a las celebraciones oficiales de una fecha que yo desprecio en el texto de Lusitania fantasma, pero tan solo por su pacifismo y por significar el origen de un régimen en muchos aspectos peor que el anterior (empezando por la terrible destrucción del territorio y de lo que Miguel Torga llamaba “el inconsciente colectivo del pueblo portugués”), y no, por supuesto, por haber sido el glorioso punto final de la dictadura y del colonialismo. La “revolución” portuguesa es tratada en seguida por Maria de Magalhães Ramalho, en este caso por el interés que hacia ella mostró Guy Debord, quien aquí es, una vez más, San Guy Debord. El ya demacrado tratado de Raoul Vaneigem es puesto por las nubes, en tanto “desmontaje de la cultura mortífera del capitalismo y jubilosa reflexión sobre la necesidad vital del placer y de la revuelta”, pero muy bien se ve a qué ha conducido esa “necesidad vital del placer” echándole un vistazo al hedonístico espectáculo social de las últimas décadas, al gusto generalizado por “divertirse” o a la horrorosa superficialidad no solo juvenil, siendo además Vaneigem otro campeón del mundo feliz y sin trabajo gracias a las prodigiosas y maravillosas máquinas –una de las más grandes y tenaces ilusiones del pensamiento progresista.
Pero no hay puntos débiles en esta revista. “El secuestro de la historia. La negación del genocidio en los Estados Unidos” es un gran trabajo de Fernando Gonçalves, sobre la reducción de los “holocaustos” a uno solo (sobre esto, ya demora en hacerse el estudio del genocidio absoluto de los indígenas canarios en tanto pequeño laboratorio de lo que al poco tiempo se haría en América). Raúl Llasag Fernández se ocupa de los problemas indígenas en Ecuador, siendo muy interesantes las anotaciones sobre la desvirtuación de los movimientos libertadores desde que surge la organización y la jerarquía, vieja y trágica cuestión. García Olivo, conocido en las revistas radicales españolas, anuncia en una entrevista un libro sobre los gitanos, un pueblo que en mis periplos portugueses me produjo un entusiasmo absoluto, sea por las tierras del interior sea en la propia Lisboa, donde asistí a una de sus fiestas integradas en las de la ciudad, pero sin pérdida de un ápice de su personalidad incomparable. Pedro Fidalgo, en fin, analiza la película Eduard Munch, de Peter Watkins como muestra de un cine antítesis del tan todopoderoso como “indigente”.
Las notas finales de Júlio Henriques son magníficas, en particular la reseña del importantísimo libro Tribal peoples for tomorrow’s world, de Stephen Corry. También recomienda las Conferencias de Lisboa de Anselm Jappe, donde el autor “encara el capitalismo como una práctica de que son responsables no solo los capitalistas propiamente dichos, sino también sus subordinados, en particular las personas que a eso se adhieren acríticamente y que dan al sistema todo el fortalecimiento popular de que precisa, no solo para legitimarse, sino para naturalizarse y eternizarse”; escribe Anselm Jappe que “el modo de vida creado por el capitalismo es considerado en todas partes como altamente deseable, y la eventualidad de su fin como una catástrofe” –y esa adhesión, como apostilla Júlio Henriques, pasa en muy gran medida por la tecnofilia.
Otra reseña la hace Júlio Henriques a la monumental biografía de Agostinho da Silva por António Cândido Franco. Agostinho da Silva era un pensador muy sui generis, entrañable, que leí en ocasiones y vi un par de veces en la televisión portuguesa. Cuando escribe “quiero un Portugal pobre, sin sociedad de consumo, sin aires contaminados (...) modesto y justo, sociable y comprensivo, síntesis perfecta de contrarios”, ya entonces hasta me gustaría haberlo citado en Lusitania fantasma.
Estaremos muy atentos al número cuarto de Flauta de Luz.