martes, 29 de diciembre de 2015

Samuel Martin –Ribitch

Ribitch, Season of the witch

El fin de año trajo una noticia aciaga, como es la pérdida de Ribitch, un nombre firme del surrealismo en su proyección norteamericana.
Ribitch murió de modo fulminante a los 69 años, el martes de la semana pasada. Deseo suyo era que se tocaran los blues en su duelo, lo cual nos recuerda estas palabras de Ramón Gómez de la Serna: “El ideal final sería que los amigos el día de nuestra muerte se reuniesen en fraternal banquete para recordarnos y no fuesen al repugnante e inevitable sepelio”.
Ribitch se incorporó al surrealismo  en 1975, a través del círculo de Philip Lamantia. Dibujos suyos aparecerían en Surrealist and its popular accomplices, Free spirit, Arsenal o el catálogo del centenario de la histeria, pero luego, la absurda ruptura en el seno del grupo de Chicago lo obligó a continuar la aventura surrealista con los nombres que forman parte de Invisible heads y al fin con el movimiento surrealista en su sentido más amplio. Algunas publicaciones muy importantes en los últimos tiempos incluyen su nombre, empezando por Hydrolith, del que era coeditor y cuyo número primero ostentaba una ilustración suya en la portada. En ese número podían leerse el poema “Delta blues” y la prosa “Visiones de amor en un mar violento”; al segundo contribuía con un largo texto refiriendo sus indagaciones de carácter práctico en el lenguaje de los niños, a través de los cuentos inspiradores y apoyándose en maestros gitanos, y con el juego de las “historias encadenadas”, inventado al pulsar despistadamente una tecla mientras leía electrónicamente una novela erótica del siglo XIX.
En las publicaciones colectivas del surrealismo hay también cuentos suyos en The somnambulist footprints, e imágenes en What will be, Lithaire (“Season of the witch”, que recordará a quienes escuchaban música en los años 60 el título de Donovan), el n. 3 de A Phala (el collage digital “El último testamento de Arthur Le Tagazo”), el n. 1 de Loup-Garou (sus fantasmas, “resultado de la poética esencia del surrealismo”), el monográfico sobre los templarios de La Vertèbre et le rossignol y Collage redux, donde Melanie Nicholson, al referirse a su fabulosa imaginación gótica escribe que sus paisajes recuerdan las fantasías marinas de Maldoror; los seis incluidos allí se titulan “Mar profundo”, “Laberinto de fantasmas”, “Carta del Dr. Lavish”, “Montón de calaveras” y “Quantum electro-morphous”.
Ribitch es un feliz exponente de ese impacto que la cultura popular ha ejercido sobre el surrealismo, en los Estados Unidos en particular pero inscrito ya en sus orígenes, o si no recuérdense Nosferatu, el cine de Keaton o las novelas de Fantômas. Alimentado de la savia y de los excesos de la cultura popular, el surrealismo se situaba así en las antípodas del buen gusto, del academicismo, del elitismo burgués.
De Ribitch hay que recomendar su antología de escritos, con ilustraciones suyas, Carnival of sleep, aparecida en 2011 y asequible fácilmente vía lulu. Y por supuesto su página, aunque sin incluir textos. En ella hay dos secciones soberbias, una de arte y otra de fotos. La de arte se despliega en estos títulos: “Nuevos fantasmas”, “Sueños digitales”, “Ilustraciones”, “Viejos fantasmas”, “Animación” (con una serie de cortometrajes magníficos) y “La familia”. La de fotos se compone de sendas series dedicadas a los músicos de blues y de jazz y a sus instrumentos, de “El ojo misterioso”, de los “Gráficos musicales” y de una admirable e hilarante galería de intervenciones sobre los esperpénticos álbumes fotográficos familiares, en que se muestra lo que hay que hacer con todo ese horror de un género que hoy cierra el círculo de toda su abyección ultrarrealista.
En suma, Ribitch deja un filón de imágenes convulsivas y de textos en que reina la imaginación más frenética. Como el Dr. Z de su cortometraje “The show”, él ha sido un malabarista de maravillas poéticas.


Minutos antes de recibir la noticia de la desaparición de Ribitch, buscando los títulos del disco Mala kunia de Tangerine Dream, que se inspira en los aborígenes australianos, tomé conocimiento de la muerte, aunque casi cerca de un año, de Edgar Froese, de quien, en la necrológica del grupo, se transcriben estas palabras: “La muerte no existe, se trata solo de un cambio en nuestra dirección cósmica”. En su glorioso mensaje de 1855 al cretino que entonces presidía los Estados Unidos, Jefe Seattle le decía que los muertos desaparecen “para vagar por las estrellas”.
“Surrealism is a lightning field of the possible, where the horizon is set aflame by human potential. It is here amongst the corellas of this possibility that the marvelous displays its fine wings of gossamer silk and smoke. It is the play between the invisible and the visible dancing under a moon, recognizing its dreams in crystalline reflection. It is the erotic sensation of breath, like the shaman’s drum, the heart beat of the marvelous is calling to the unseen chimeras of the unconscious to reveal their stories at the edge of the eye. Nothing is beyond my exploration, to lift the veil of shadow and dance with the ghost of chance”. (Ribitch)
“Gracias a un extremo poder de desafío, algunos seres rarísimos, que pueden esperar y temerlo unos de otros, se reconocerán siempre”. (André Breton)

Ribitch, Laberinto de fantasmas, 2014