sábado, 2 de julio de 2016

Jean-Claude Charbonel (1938-2016)

J.-C. Charbonel y J. Lacomblez, sobre el puente de Kerigan,
Le Bodéo-Merléac (Côtes d'Armor), mayo de 2009.
El pasado jueves, a las 4 de la madrugada, mientras dormía, murió uno de los grandes poetas-artistas del surrealismo. Como sencillo homenaje, transcribo la semblanza que le dedico en Caleidoscopio surrealista, y reproduzco algunos textos sobre él, algunas de sus tan mágicas imágenes (que tengo la certeza hubieran fascinado a André Breton) y algunas hojillas de sus exposiciones, distinguidas siempre por su carácter prácticamente secreto.
Jean-Claude Charbonel conectó conmigo a raíz de la desaparición de un amigo común: Édouard Jaguer, para que le enviara el texto que le había dedicado en La Página. Siguió un contacto escueto pero muy cordial, del que pongo también aquí su graciosa felicitación para el año 2013. Perdemos un gran surrealista, un fabulador único y una bella persona.

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Artista extraordinario, autor de pinturas, esculturas y collages, valiéndose del “frottage” y de la calcomanía. En 1964 fundó con Pascal Colard el grupo Rupture, que preconizaba la creación de una nueva Federación Internacional del Arte Revolucionario Independiente, y al año siguiente tomó la dirección de la revista homónima. Enlazó con André Breton y Édouard Jaguer, participando desde 1975 en Phases (Jaguer, en 1980, le dedicaría un gran texto, “País de conocimiento”, hablando de su “automatismo a varias velocidades”). En 1976, su Buzo de los bosques latentes ilustra el “Dominio de Robin Hood” en el catálogo de la exposición surrealista mundial de Chicago. Ya en los años 90, Charbonel colabora con el grupo Chapeau.
En 2006, Ludovic Tac realizó la fascinante película Les voyageurs du temps des rêves armorigènes, estrenada en la exposición de Charbonel “Arqueología del tiempo de los sueños armorígenes”; el propio artista aparece en esta película, colaborando en el guion y con la realización de totems, pinturas e instalaciones. “Jean-Claude Charbonel –afirma Ludovic Tac al hablar de este pueblo imaginario de los armorígenes, engendrado por el artista bretón en Côtes d’Armor–, vigilante nocturno para mejor escuchar el canto del rocío, mide las orillas imaginarias de una civilización más estable, más maravillada, más encantadora que la impuesta por nuestro tiempo”. En 2011, sus imágenes armorígenes se asocian a las de John Welson en la exposición “Surrealismo: la mirada céltica”.
“La práctica del automatismo conduce a pintar como se sueña. Cada obra que de ahí resulta es un fragmento del paisaje interior.”
“Lo maravilloso es un castillo cuyas llaves están en el interior”.