domingo, 21 de mayo de 2017

“Mélusine” y André Breton

El nº XXXVII de Mélusine lleva por título “L’or du temps – André Breton 50 ans après”. Los 50 años aluden al coloquio de Cerisy sobre el surrealismo que admirablemente orquestó Ferdinand Alquié en 1966 y en el que participaron nada menos que doce componentes del grupo surrealista parisino, siete de los cuales ofrecieron ponencias. Tal acontecimiento es irrepetible, y aunque el propósito de ahora es bueno, el resultado ya no puede ser otra cosa que una amalgama de estudios académicos muy dispares en torno al fundador del surrealismo. Prácticamente, eso sí, no hay trazas de la aversión a Breton que era habitual en los primeros tiempos de Mélusine y que lo sigue siendo en los trabajos universitarios en general. Lo que es de agradecer.
La sucesión de textos, estructurada en siete apartados, ofrece algunos buenos momentos, que van resarciéndonos de los artículos absurdos (como el de Breton y... Philippe Sollers), de los que tratan materia muy trillada sin levantar por lo general vuelo (Breton y el psicoanálisis, Breton y la ciencia, Breton y Vaché, Breton y la música, Breton y Aragon) y de un par de ellos que no deben tener interés sino para que el profesor de turno sume una entrada más a su currículum (las parodias de André Breton, la iconografía de la cabeza de André Breton...).
En la primera sección, tras la presentación bibliográfica muy completa que hacen Henri Béhar y François Py, Georges Sebbag –quien estuvo hace 50 años en Cerisy, interviniendo en los debates– adapta las ideas centrales de su reciente biografía André Breton. 1713-1966. Des siècles boules de neige y Hans T. Siepe escribe agudamente sobre Breton y la espera.
En la segunda sección, Alexandre Castant hace el mejor balance hasta el presente de las relaciones de André Pieyre de Mandiargues con Breton y de su posición ante el surrealismo. Trabajo de referencia, al que sigue uno de Bruno Duval en que lo más interesante es el enfoque en su caso de la figura de André Hardellet.
En la tercera sección, dedicada a “André Breton crítico de arte, artista y coleccionista”, sobresalen el estudio que hace Misao Harada de Watteau en Breton, el de Jean Arrouye sobre el motivo central de la mano en Nadja, con detención especial en El enigma de la fatalidad de Chirico, y el de Elza Adamowicz sobre los collages bretonianos. Estos tres trabajos se leen con verdadera fruición, a diferencia de los que componen la parte siguiente, sobre Breton, el psicoanálisis y la ciencia, estudios, eso sí, serios, pero que tienen un carácter demasiado general y, como señalé anteriormente, sonando a déjà lu.
De los apartados restantes destacaré tres trabajos sugestivos: el de Masao Suzuki sobre Breton lector de Flournoy, el de las funciones del mito en Breton por Wolfgang Asholt y el de Cédric Pérolini sobre el surrealismo en la prensa libertaria. Este último avanza más allá de la fecha de 1969, pero al final lo que demuestra es que aún le falta mucho camino por andar al estamento universitario en lo que se refiere a controlar la continuidad del surrealismo (o sea el surrealismo en su totalidad), ya que no hay referencia alguna ni a la figura clave de André Bernard ni a las dos publicaciones, muy ricas de contenido, sobre “Surrealismo y anarquismo”, aparecidas en los años 1992 y 1994 en el Atelier de Création Libertaire (“J’en suis encore à me le demander” y Le pied de grue).
En suma, un volumen con abundantes trabajos de calidad sobre André Breton.