viernes, 29 de diciembre de 2017

Guy Cabanel y la letra que silba

Cubierta de Les sites du serpent,
con dibujo de Lucques Trigaut

Ya acababa 2017 cuando nos llega uno de los libros más bellos del año, y de nuevo en edición primorosa de Sonámbula, que suma así nada menos que diecinueve títulos del más genuino y espléndido surrealismo. Una cosecha sin parangón en el ámbito editorial de la última década, a nivel mundial.
Este es en Sonámbula el cuarto título de Guy Cabanel, uno de los poetas mayores del surrealismo, y hay que congratularse especialmente, ya que Guy Cabanel ha publicado casi siempre en pequeños cuadernos de ardua obtención. Aquí, a lo largo de doscientas páginas, se reúnen tres extensos poemas, que hasta donde yo sé no se habían publicado antes. Y digo esto por los nombres de los ilustradores, ya que si Lucques Trigaut aún anda por el mundo, no así Mimi Parent ni Robert Lagarde –este último tantas veces ligado a la poesía de Cabanel.

Dibujo de Robert Lagarde

Los tres poemas reunidos bajo el título de Les sites du serpent son “Samarkand”, “Stonehenge” y “Sseu-tch’ouan”. Se trata de lugares de peculiar fascinación para el poeta, quien en una nota informativa a mitad del libro nos revela su amor de la letra S “porque silba y evoca a la serpiente y a la seda”. También nos desvela, en la misma nota, algunas de las claves de los poemas.
Así, Samarcanda es para él como su “capital”, pero la atracción central es por la figura de Tamerlán, a cuyo “sueño”, que como se sabe ya impresionó a Poe, ha querido él otorgar su voz.
Stonehenge es “el más mágico de los lugares, el que introduce mejor y con más cautivadora majestad todo proceso iniciático” –Stonehenge y algunos espacios similares, como los que yo conocí en Évora (Almendres, a donde llegué en una inefable mañana oscura, encontrándome en un recodo del camino desierto de casas y de gente con tres silenciosos campesinos alentejanos –dos hombres y una mujer–  que se abrigaban del frío con una hoguerilla) y Reguengos de Monsaraz (Xerês, cambiado de sitio hace una década porque construyeron una monstruosa presa: a qué extremos llega esta civilización infame que nada respeta).
La provincia de Sichuán, por último, tan remota, es para Guy Cabanel un símbolo de la distancia que hay que tomar a veces con respecto a “lo cotidiano” (y en particular, añadiría yo, con respecto a esa obsesión por la “actualidad” en que generalmente se complace tanto el miserabilismo social como el individual, por no hablar de la tiranía de la banalidad y de las convenciones: apartamiento absoluto). Este último poema adopta forma coral, con cinco actos en que interviene una serie de voces, de las cuales solo dos permanecen a lo largo de todo el poema: “El viajero” y “En la brisa”, siendo otros de los “actores” “la tocadora de laúd”, “la máscara del gatopardo”, “un agua durmiente”, “el flautista”, “el monje pastor”, etc.; un apéndice da la partitura de las melodías para los diferentes coros.
¿Y qué decir de las ilustraciones –“Samarkand” por Robert Lagarde, “Stonehenge” por Lucques Trigaut y “Sseu-tch’ouan” por Mimi Parent–, sino que son una perfecta maravilla? Especial encanto ha tenido para mí ver nuevos dibujos de Mimi Parent, artista y personalidad entrañable y sublime. Pero los cuatro artistas exaltan la poesía sedosa y sibilante, sinuosa y susurrante de Guy Cabanel.

El viajero ante el coro de concubinas:
dibujo de Mimi Parent